CAPÍTULO 1

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6 de Abril, Universidad de Columbia, 5:45 P. M.

Una gran multitud de estudiantes universitarios salían de casa rincón de Culumbia. Era inicio de semestre, algunos parecían felices de regresar, otros nerviosos al iniciar una nueva etapa y otros más, presionados al ser el último año. Ese era el caso de Ailén, quien cursaba su quinto y último año.

-¡Ailén! – una eufórica voz se escuchó detrás suyo, Lucy corría para alcanzar a su amiga - ¡Espera!

-Creí que te habías marchado antes – respondió apática.

Lucy se había acostumbrado a esa actitud fría e indiferente de su amiga, quien sufrió un cambio radical de personalidad desde hace un par de años atrás – No,  te esperaba – sonrió,  demostrando lo feliz que estaba de verla – Vayamos a comer.

-Debo ir a la galería, tengo pendientes – miró su celular – Es tarde.

Lucy se acercó aún más a ella, tomándola de los brazos – Vamos,  trabajas demasiado y te estás descuidando – alaba su mano y miraba como cachorro.

Ailén siempre se negaba, lo mejor era mantenerse ocupada para olvidar lo que la hacía sufrir, pero su amiga siempre estaba allí aunque la mirara tan fríamente – Vamos – suspiro después de haber aceptado la oferta de su amiga. Realmente no tenía mucho que hacer en la galería, pero sabía que tal vez se arrepentirá de aceptar.

Caminaban por Morningside Park, era una tarde hermosa, el aire jugueteaba con sus cabellos y la sensación de libertad era inevitable. Lucy contaba eufóricamente  sobre lo sucedido en su trabajo y en la universidad.

-Me alegra que todo salga bien con tu programa de radio – Ailén sintió que sería malo de su parte si no interferir aunque fuese un poco.

-Gracias – Lucy se emocionó por aquella respuesta, señal de que su amiga no la estaba ignorando - ¿Qué harás el fin de semana?

Ailén recapitulaba su agenda mentalmente, siempre tenía por lo menos un par de horas libres, pero cuando eso sucedía prefería llenar el hueco haciendo alguna actividad.

-Asistire a un evento al Museo de Arte Contemporáneo por la mañana, a medio día daré clases de pintura a niños en el centro comunitario New York City Housing Authority Chelsea – guardó silencio mientras recordaba que haría después – Por la tarde me quedaré en la galería, haré inventario.

Lucy miro con disgusto, sus ojos reflejaban la tristeza de ver en lo que su amiga se había convertido – Obsesiva – dijo en un susurro – Será mi cumpleaños el fin de semana – siguió su camino, mirando tristemente – Me festejare en Oak – desvío su mirada hasta Ailén – Ve, aunque sea un par de horas.

Ailén conocía aquella mirada, su amiga estaba decepcionada y triste ante aquella absurda y brusca personalidad que tenía, pero era de esperarse, las personas cambian bastante en cinco años.

-Tal vez – respondió fríamente.

Chocolat Restaurant & Bar, 6:23 P. M.
-¿Volverás con Eliott? – preguntó Lucy, mientras comía un trozo de carne.

La mirada de Ailén se oscureció, aquella pregunta no había sido de su agrado – No volveré a salir con él.

-¿Por qué? Parecía buen chico – Así era como ella lo recordaba, el novio de Ailén por más de un año y que siempre sonreía amablemente. Amoroso y tierno.

-Las personas no son lo que parecen – aquella respuesta hizo que Lucy supiera que era mejor dejar aquella conversación. Por alguna razón que desconocía, la sola mención de Eliott parecía haberle sentado mal a Ailén.

-He salido con un chico, su nombre es Sam – la manera en que sus ojos brillaban, era señal de que le gustaba – Siempre es atento, amable y muy caballeroso – sonría bobamente – Creo que le gustó – sus mejillas se enrojecieron y su sonrisa se endulzo.

<<No te enamores>> pensó Ailén, mientras miraba a su amiga, quien seguía buscando el amor en cada chico que conocía.

-Irá el fin de semana, te lo presentaré.

-Aún no he dicho que iré – colocó los cubiertos a su izquierda y miró por la ventana – Prefiero mantener mi mente ocupada – lo dijo casi audible.

Lucy no entendía lo que sucedía. Quería ayudarla y que volviera a ser la misma Ailén de hace cinco años, la que sonreía y siempre era feliz <<¿Qué te sucedió?>> se preguntaba siempre que veía esos oscuros ojos que dejaron atrás el brillo que los caracterizaba.

-Grey también irá, hable con él hace unos días y parece que regresará de su viaje en  Londres.

Ailén seguía mirando por la ventana, ni siquiera la mención de su mejor amigo la hacía reaccionar.

-Violet y Dean también estarán allí – continuó diciendo pese a ser ignorada – Probablemente Patrick también venga, su primer semestre de intercambio comenzará la próxima semana – Lucy estaba molesta, dejó sus cubiertos, bebió refresco y tomó su bolso – Si de verdad no quieres ir, no te obligare – dejo el dinero de su comida y salió del lugar.

<<Perdón>> se dijo mentalmente, viendo cómo su amiga se alejaba. Tomó el vaso de cristal y se dio cuenta que estaba vacío, lo aprecio como si se mirara a si misma <<Me preguntó que hubiese sucedido si aún estuviéramos juntos>> vagos recuerdos de ese hombre parecían aparecer <<Tal vez no habría tenido que vivir esa trágica noche>> en su mente aparecieron aquellas imágenes incapaces de borrar de su mente, una de las razones de su actual personalidad. Apretó los puños en señal de enojo, su respiración se aceleró y sus ojos se llenaron de odio.

Florencia, 12:34 A. M.

Una brillante luna iluminaba la oficina llena de libros y papeles. Cedric tecleaba en su laptop, mientras acomodaba sus anteojos esporádicamente. Parecía concentrado en su actividad, pero el sonido de la puerta abriéndose hizo que mirara hacia allí.

-Papá – Elayne frotaba sus ojos, mientras sostenía un peluche de conejo que había sido el regalo de su padre cuando ella cumplió dos – No puedo dormir.

Cedric bajo la pantalla de su laptop y se quito los anteojos, mirándola con una sonrisa – Princesa,  es tarde – dijo suavemente, acercándose a ella e hincándose frente a ella – Vamos por leche tibia – la levantó entre sus brazos y salieron de la oficina.
Ambos tomaban leche, mientras admiraban la hermosa luna desde la terraza.

-Papá – Elayne miró a su padre con curiosidad - ¿Todos pueden ver la luna?

Cedric pensó en aquella pregunta, era extraña y podría tener muchos significados pero sabía a lo que se refería – Si, en todas partes del mundo las personas ven la misma luna – respondió, fijando su mirada en aquel astro.

<<Me preguntó si tú también la ves>> se dijo a sí mismo, sonriendo.

Continuaron hablando sobre cada cosa que a la pequeña se le ocurría, mientras que Cedric respondía a cada una de sus preguntas. De vez en cuando la miraba pensando <<Crecen tan rápido>> aquella pequeña era sin duda hermosa, de piel pálida, cabello largo y castaño, ojos de un color poco común que constaban de un azul combinado con el dorado haciendo que se vieran simplemente fascinantes. Tierna, sonriente e inteligente, cualidades bien desarrolladas en ella.

-Hora de dormir – la cargo y bajaron a su habitación. La recostó el la cama y cubrió con la manta.

-Quédate hasta que me duerma – le pidió, mientras cerraba los ojos.

-Aquí estaré – tomo asiento en la silla que usaba para contarle cuentos y vigilo a su hija hasta que concilio el sueño.

Por fin se había dormido, salió a paso lento y cerró la puerta. Camino de nuevo hasta su oficina para terminar el trabajo pendiente. Pocos minutos después de haber terminado su celular comenzó a sonar.

“Dean” apareció en la pantalla. Pensó en ignorar su llamada, pero al final decidió responder.

-Hola

-Hola, creí que estabas dormido.

-No, es solo que no sabía si responderte – contestó casualmente.

-Malo – reprochó a su viejo amigo – No deberías dudar.

-Bueno, es solo que tengo demasiado trabajo.

-Me imagino, tu libro saldrá en pocas semanas.

-Si, pero no es solo eso – se recargo en la silla y cerró los ojos – Hay pendientes en el trabajo, además debo cuidar de Elayne.

-¿No has pensado en rehacer tu vida?

Esa pregunta nunca pasó por su mente, él realmente estaba bien así – No lo necesito.

-Claro que sí, Elayne tendría quien la cuide.

-Yo lo hago. La baño todos los días, la peinó y le doy de comer tres veces al día. Salimos a pasear y también le ayudo con sus tareas - habló orgulloso de lo bueno que era cuidando a su pequeña hija.

-No me refiero solo a eso – Dean habló entre risas, su amigo parecía no entender lo que sucedería – Necesita una figura materna, alguien que la guíe y le ayude cuando crezca. ¿Acaso tú le hablaras sobre cosas de mujeres?

Cedric permaneció en silencio, si bien aquellas razones eran válidas. Elayne comenzaba a crecer y poco a poco las cosas comenzarían a complicarse – Me preocupare del futuro cuando llegué – respondió con desdén.

-No utilices las frases de mi hermana – habló con molestia mezclada con gracia – Bien, dejando de lado eso ¿Cómo estas?

-Bien, nada fuera de lo normal. ¿Cómo han estado ustedes?

-Bastante bien, Violet esta por graduarse y me ayuda con los diseños para la nueva temporada.

-Pensé que se casarían este año.
Dean se atraganto y tocio un par de veces – Tal vez se lo proponga – dijo nervioso.

-¿De verdad? Sería genial – Cedric parecía entusiasmado con la idea de ver a su amigo junto a la mujer que amaba.

-Gracias – respondió feliz – Bien, te dejo, hoy me toca hacer la cena – respondió con total casualidad.
Cedric rio un poco y sonrió – Esta bien, hablamos después.

La llamada finalizó, se levantó de su silla y abrió la puerta para salir al jardín. Recuerdos vagos aparecían, aquella chica sonriente de ves en cuando se colaba en su mente <<Tal vez todo habría sido diferente>> pensó, sonriendo.

7:32 P. M.

Wind of Change de Scorpions, sonaba en la galería de arte. Ailén miraba el atardecer desde el balcón de su oficina. Aquel lugar era el único donde ella sentía paz, podía hacer lo que amaba y disfrutaba ver como las personas admiraban sus obras. Su paraíso llamado Libere Creatis, que nació hace apenas dos años y del cual estaba teniendo grandes frutos.

Miraba a las personas que entraban y salían de su café, debajo de la galería. Era grandioso sentir que sus esfuerzos valieron la pena. Su celular comenzó a sonar, se dirigió a su escritorio y vio el nombre “Dean”

-Hola – respondió a los pocos segundos, después de dudar en responder.

-Hola, ¿Estabas ocupado? – preguntó ante su tardía respuesta.

-No, solo que no es solo que no sabía si responder.

Dean se comenzó a reír – Ustedes dos son un caso – dijo entre risas.

-¿De qué hablas? – preguntó con duda ante aquella extraña repuesta.

-Nada – calmo su risa - ¿Qué haces?

-Trabajo.

-Habrá un día que no me digas eso – dijo mientras movía el guisado en el sartén - ¿Alguna vez haces algo más que trabajar? Siempre estás ocupada.

-Prefiero mantener la mente ocupada – dijo sin mucho ánimo.

-¿Qué te sucedió para que te volvieras así? – preguntó preocupado.

No era la primera vez que escuchaba esa pregunta de su parte, y tampoco sería la primera vez que no respondería – Las personas cambian – dio la misma respuesta de siempre.

Un profundo suspiro se escucho desde la otra línea – Violet, Lucy y yo estamos muy preocupados por ti.

-No hay necesidad – respondió con frialdad – No es asunto suyo.

Dean estaba frustrado, escuchar aquella fría y apática voz sin señales de vida, le hacían temblar su corazón. Era triste saber que ya no había rastro de aquella chica que conoció hace cinco años, de su pequeña hermana de ojos brillantes y voz alegre.

-¿Iras a la fiesta de Lucy? – decidió cambiar el tema ya que sabía que no irían a ningún lado – Deberías ir – dijo – Ella te extrañan mucho.

-Las veo un par de veces al mes.

Otro suspiro se escucho, parecía que ella no entendía aquel mensaje – Ve, te estaremos esperando. Tengo que terminar la cena, te llamo después.

-Extrañamos a la verdadera Ailén – dijo, mientras sujetaba los cubiertos - ¿Quién eres tú? – preguntó recordando a la mujer con quien acaba de hablar.

La puerta principal lo hizo reaccionar. Violet entró con una gran sonrisa, en sus manos sostenía una pequeña caja de cartón con un moño rojo.

-Hola amor – Dean se acercó para recibirla con un beso - ¿Cómo estuvo tu día?

Violet correspondió aquel beso – Hola cariño, me fue bien. Todo normal.

Dean posó su vista en aquella caja - ¿Es nuestro aniversario? – pregunto nervioso, revisando el calendario en su celular.

-No amor, nada de eso – tomó la caja y se la entregó – Quería esperar hasta después de la cena pero es que no puedo – dijo emocionada – Ábrela, es un regalo.

Dean obedeció. Dentro había papel picado color rosa y azul, y en el fondo un sobre blanco. Lo abrió y releyó su contenido, después fijo sus ojos en su novia, quien miraba con lágrimas en los ojos y las manos sobre el vientre.

-Tengo siete semanas – sonrió ampliamente.

Dean parecía aún no entender lo que sucedía, guardo el sobre y colocó la caja en el sofá.

-Seremos padres – dijo - ¡Seremos papás! – grito con todas sus fuerzas, cargando a su novia mientras la giraba en el aire – Gracias – la beso con euforia – Te amo demasiado.
-Te amo mucho más.

La vida de cada uno comenzaba a cambiar, otros parecían estancarse y algunos más deseaban encontrar aquel mágico amor que alguna vez soñaron tener. Los engranajes del destino comenzarían a moverse y era imposible escapar de el. Los amores que se habían guardado, podían estar por volver a ver la luz.

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