Correr siempre había sido mi refugio, mi vía de escape. El camino bajo mis pies mi lugar seguro. Pero en la actualidad, era sólo un divertimento, porque ese puesto ahora lo ocupaba Valentina, nuestro hogar, nuestra familia. Jamás me había imaginado a mi misma casada, en una enorme casa inundada de ruidos, voces, gritos, música. Por el contrario, cuando imaginaba mi futuro siempre reinaba la paz, tranquilidad, silencio, quietud. Todo lo que yo era. Había crecido en una familia enorme a pesar de ser hija única, rodeada de abuelas, abuelos, tíos, primos, vecinos. Mi casa era pequeña, todo se oía. Valentina, por el contrario, quien había crecido en un mansión fría y enorme donde cada uno se recluía en su mundo, entonces quería que su futuro fuera diferente. Con el paso del tiempo, logré darme cuenta que el hecho de que Val y yo fuéramos tan distintas no era algo malo, sino, todo lo contrario. Lográbamos complementarnos a la perfección. Obviamente, discutíamos a veces, y era difícil ponernos de acuerdo respecto a cosas importantes y otras que no lo eran tanto, pero siempre encontrábamos el balance.
Las reflexiones llegaban a mi sin descanso mientras disminuía mi paso a medida que me acercaba a la casa. Ya eran casi las 8, por lo que mi esposa debía estar despierta, posiblemente en la cocina preparando el desayuno. Yo jamás se lo pedía, pero sabía que cada sábado o domingo, cuando yo regresaba de correr, ella estaba allí esperándome. Abrí la puerta principal, dejando mis tenis en la entrada, debajo de la mesita donde apoyé mis llaves y mi teléfono que cargaba en los bolsillos de mi chamarra deportiva. Observé escaleras arriba, y sonreí ante la quietud que provenía de las habitaciones. Caminé sigilosamente atravesando la sala y el comedor, para llegar a encontrarme con la imagen que estaba deseando ver. Valentina estaba recostada contra el mesón de la cocina, justo frente a la isla, sonriéndome como cada día, con sus ojos azules que iluminaban cada rincón de la casa. Sobre la superficie de mármol, dos tazas de café humeante y un elaborado desayuno nos aguardaban.
Sin siquiera preocuparme por la comida, apresuré mi paso y llegué hasta ella, tomando su rostro en mis manos y besándola como si fuera la primera vez, y también como si pudiera ser la última. Cuando nos quedamos ambas sin aire, unimos nuestras frentes y sonreímos como si fuéramos dos adolescentes.
- Buen día, mi amor - Su voz sonaba como el cantar de los pájaros en la playa al amanecer, dulce y melodiosa. La besé despacio otra vez.
- Buen día - Respondí, deslizando mis manos hacia abajo sobre su cuerpo, para tomarla por los muslos y subirla al mesón. Una estrepitosa carcajada brotó de ella, haciéndome reír también.
- No entiendo como puedes tener tanta energía cuando acabas de regresar de correr - Colocó sus brazos sobre mis hombros y habló antes de atraerme hacia su boca nuevamente, mientras mis dedos se colaban por debajo de su camiseta, con sus piernas atrapando su cuerpo al mío.
- Es un poco temprano para ver este espectáculo - Una adormilada voz nos sacó de nuestra burbuja, y ambas reímos al ver a Fernando parado en la entrada con cara de asco mientras se frotaba los ojos.
- A ti nunca te gusta vernos a mi y a tu madre demostrando nuestro amor - Comentó Valentina mientras se bajaba del mesón, y yo me acercaba a nuestro hijo para darle un beso en la frente.
- Buen día, por cierto - Le dije, y me senté en el banquillo a disfrutar de mi desayuno.
- Que raro es ver tu carita a estas horas de la mañana un sábado - Bromeó Valentina luego de darle un beso también.
- Quedé en que iba a ir a estudiar con Julieta temprano - Fer se sentó junto a mi, con los ojos apenas abiertos. Definitivamente no estaba hecho para levantarse a estas horas.
.- Ah, ¿sí? Estudiar tu y tan temprano... Eso es nuevo - Valentina lo miró alzando las cejas, hablando con tono sugerente.
- Ya sabes mi vida, el amor hace que cometas locuras - Mi esposa comenzó a reírse, y mucho más cuando vio la cara que puso Fernando.
- Ah, pues, que graciosas ustedes eh - Se puso de pie en un intento de marcharse de la cocina, pero fue interrumpido por la llegada de su hermana.
- ¿Tienen que hacer tanto escándalo un sábado por la mañana? - Daniela parecía molesta, lo cual la hacía lucir muy tierna con su pijama de ositos rosado.
- Perdón, hija. Es que tu hermano está enamorada y no lo quiere admitir - Valentina dijo casi sin poder contener la risa, y Fer volvió a aniquilarla con la mirada. Pero antes de que pudiera escabullirse, lo abracé por los hombros para acercarlo otra vez a la isla.
- Ya, ya. Sabes que estamos bromeando. Además, no tiene nada de malo estar enamorado, ¿no? - Ahora la mirada asesina era dirigida hacia a mi, así que me estiré nuevamente para abrazar a Fernando antes de que pudiera escabullirse.
Desayunamos los cuatro juntos bromeando y riendo, lo cual sorprendentemente era un ambiente normal en nuestra casa y eso siempre me sorprendía. Así como muchas veces no podía creer la familia que habíamos formado. Pero Fer y Dani habían llegado a nuestras vidas sorprendiéndonos por completo, como enviados por el destino. Ya llevaban cinco años con nosotras, y aunque al principio no había sido fácil adaptarnos a tener como hijos a dos niños de 8 y 5 años, y mucho menos atravesar el proceso completo de adopción, cuando los vimos por primera vez las dos sentimos una conexión especial con ellos. Llevábamos algunos meses hablando sobre la idea de tener un bebé, aunque no estábamos seguras de cómo íbamos a hacerlo. Y entonces simplemente sucedió, un accidente en la cocina nos llevó una noche al hospital donde ellos acababan de perder a su madre, la única familia que tenían. Val nunca fue de creer en las casualidades, y después de ese día, yo tampoco.
- ¿Necesitas que te lleve? De todas formas tengo que salir para dejar a Dani en danza - Val le preguntó a Fer cuando regresó de su habitación ya listo para salir, luego de desayunar. Él asintió y unos minutos más tarde los tres salieron mientras yo tomaba una larga ducha para quitarme el sudor de mi carrera de la mañana.
Salí del baño y me vestí con unos shorts deportivos y una camisa holgada, para luego bajar y salir hacia el patio trasero. Era uno de mis lugares favoritos de la casa, y lo que me había convencido para que la compráramos. A Valentina le gustaba mucho el interior, principalmente la sala y las habitaciones. Pero yo estaba enamorada del exterior. No era enorme, pero teníamos un bonito espacio verde justo despúes del jardín de invierno y sus enormes ventanales, dividido por un camino de piedra que llevaba a la alberca en el fondo. Me senté en una de las tumbonas junto a la piscina, mirando hacia la casa y cerré mis ojos disfrutando de la brisa.
- ¿Está ocupado este sitio? - La dulce voz de Valentina me devolvió a la realidad. Abrí los ojos y me encontré con mi esposa observándome divertida y señalando hacia mi regazo.
- Para una bella dama como usted, siempre libre - Respondí sonriendo, y ella no tardó ni dos segundos en sentarse sobre mi, dándome un suave y delicado beso. Pasamos unos largos minutos recostadas allí, disfrutando del silencio y nuestros latidos sonando al unísono.
- Es bonito tener un tiempo para nosotras dos, ¿no? - Preguntó Val y me reí.
- Tu fuiste la que quiso tener hijos - Ella se volteó a verme, fingiendo estar ofendida.
- Ah pues ahora resulta que era yo sola, ¿verdad? Que graciosa, Juliana. Tomé su rostro entre mis manos, mirándola intensamente a los ojos.
- Contigo, mi amor, lo quiero todo - Le dije y la besé como si mi vida dependiera de ello. Y tal vez, era así.
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Y bueno, lo pidieron y acá está. No tenía planes de incluir eplílogo en esta historia, pero sé que todas lo querían así que intenté darles algo bonito.
Muchas gracias por haberme acompañado en todo este fic, y espero que me sigan leyendo en Perfectly Out of Key, que acaba de ser actualizado también.
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Antítesis
FanfictionValentina odia a Juliana, o al menos es lo que quiere mostrar. Juliana quisiera odiar a Valentina, pero parece ser la tarea más difícil del mundo. Un amor que comienza con el pie izquierdo, ¿puede terminar bien?