Recuerdo cada día aquellas sonrisas, aquellos abrazos. El calor de una familia, que ahora está rota.
Mis hermanos mayores, Sara y Jorge, mi hermano pequeño, Diego, y yo.
Jugábamos en la playa, corríamos unos detrás de otros, mientras mis padres sonreían al vernos felices.
Mi madre engañó a mi padre, y desde aquel día, todo cambió.
Se separaron, y mi hermano, Jorge, con tan solo 17 años, entró en un mundo triste, que pensaba que lo iba a hacer ser feliz. Las drogas.
Se volvió agresivo, y mi madre, empezó a emborracharse.
Sara, mi hermana mayor, se tuvo que ocupar de mi y de mi hermano pequeño. De aquella, ella tenía 15 años. Diego, 5, y yo, 9.
Ella, agobiada en una familia hundida en drogas y alcohol, intentó acabar con su vida.
Estuvo cinco meses ingresada, hasta su rehabilitación, y, mi padre, venía a casa todas las tardes para ocuparse de Diego y de mi, ya que por las mañanas, estábamos en el cole.
Arrastrando dolor y sufrimiento desde pequeños, Diego y yo crecimos en una familia desequilibrada.
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Buscando la salida
CasualeA veces, la vida no tiene sentido para algunas personas, y, por mucho que intenten salir adelante, no lo consiguen. Se cierran en un mundo distinto, sin verle lógica a nada. La salida que encuentra alguna gente, no es lo que de pequeños soñaban hace...