22 de Julio

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—¿Y ahora?

—Sigue siendo un unicornio.

—¿Cómo luce un unicornio?

—Como la vida.

—¿A qué te refieres?

—Cuando lo sepas, lo sabrás.

—¿Cuándo crees que sea?

—Cuando mueras.

—¿Y hasta entonces?

—Vivirás sin saber que es la vida, como el resto de nosotros, y sin saber cómo luce un unicornio, como el resto de ellos. Vas a ignorar la ignorancia ajena para encubrir la tuya y saldarás cuentas con quien te puso la condena: la cadena perpetua que es la vida. Y en ese momento... lo sabrás.

*** *** *** ***

—¡Ella me está robando energía!

—Yo la necesito más que tú.

—No me importa. ¿Y si accidentalmente cambiamos de cerebro?

—Eso no va a pasar.

—¡¿Y si sí?!

La situación en general es un tanto difícil de describir, pero digamos que a Lena le dolía la cabeza y estaba intentando pasar energía del cuerpo de Christina al suyo para curarse. Ellas estaban discutiendo acerca de eso... por alguna razón, y, mientras yo intentaba averiguarla (o en su defecto, ignorarlas), Tiffany se acercó a mí.

—Thalia... —me dijo— ¿puedes ayudarme con algo de matemáticas?

—Sí, obvio —dije, y seguí a Tiffany a su mesa.

Estuve un rato a su lado explicándole lo mejor que podía a hacer una función exponencial, cuando su celular sonó; ella lo tomó, miró la pantalla y puso los ojos en blanco.

—Mi novio —me dijo, y puso su celular boca abajo sobre la mesa.

—¿Qué pasó ahora? —pregunté.

—No, pues nada. Aparentemente tiene otra vieja y me está echando en cara la vez que me metí con mi mejor amigo, pero eso no tiene nada que ver y él no quiere entenderlo. Además de esa vez en la fiesta de Sasha... —Tiffany habló durante bastante tiempo sobre su exótica vida amorosa. Yo medio asentía y hacia lo mejor que podía por escucharla, hasta que hizo una pausa lo suficientemente larga como para que pensara que había terminado.

—Bueno —dije—. Casi haces que me sienta bien por el hecho de que voy a morir virgen.

—Tú no vas a morir virgen —dijo mirándome escéptica.

Me reí como burlándome de su esperanza.

—¿Es muy en serio?

—Claro —dijo—. ¿Quieres apostar?

—Mmm... —lo medité un momento— Si muero virgen, tú pagas mi funeral. Si no, yo pago el tuyo.

Tiffany pareció estar bien con eso; entrelazamos nuestros meñiques como el gesto universal de las promesas irrompibles, y volvimos a los ejercicios de matemáticas. Luego de unos minutos, Andrew se acercó a mí.

—Ya tenemos que irnos —dijo.

—Okey. Tiffany, practica esto, volveré cuando termine de pintar el árbol.

Seguí a Andrew hasta lo que quedó de un árbol cortado en la zona verde de nuestro colegio. La idea era pintar allí nuestro escudo, para agregarle estética al lugar o algo parecido; y aceptamos porque no queríamos ir a clase de inglés.

Cuatro ParedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora