14 de Julio

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La vida es una oportunidad. O eso es lo que está escrito con letra roja en los posters motivacionales, que venden los que venden y regalan los que ayudan. La vida es como un gato en un árbol que te pide que creas, y un torbellino de colores que no están ordenados. Como las malas respuestas a las buenas preguntas, y las pesadillas que sueñan con el amor. Es como un montón de puntos sobre un montón de líneas, que no deberían tener más sentido que ese, pero que sacan lágrimas y celan sonrisas. Así como cela la arena que no es blanca al mar que no es verde; y mata la curiosidad al misterio en el rojo de la nada. Porque la nada es roja y la muerte es blanca, y lo que va en la mitad, así como todo, no importa. Y no importan los días ni las noches en vela, porque no hay velas en las casas cuando no es 7 ni es Diciembre; y nadie sabe por qué y no le importa a nadie, porque es un misterio que debe mantenerse. Es como una almohada, que no es redonda ni es de plumas, volando porque vuela, en un mundo que no es azul. Como un sí que es un no, y traiciona a quién a quien lo escucha, pero no a quien lo dice, porque él lo traicionó. Y eso es la vida. Nada más que una víctima vestida de arma letal. Y no es una oportunidad de nada, que no sea de fracasar.

*** *** *** ***

—Solo tengo una duda —dijo Mauro—. ¿Por qué... pingüinos?

—¡Porque son geniales!

—¿En qué mundo...?

—¿No supiste la noticia?

—No...

—Dos pingüinos macho se enamoraron en un zoológico de Estados Unidos —dijo Ana—, e intentaron robarle un huevo a una de las demás parejas. Cuando los del zoológico se enteraron, les dieron un huevo huérfano y lo criaron juntos. Osea que hay pingüinos homosexuales adoptando hijos, y a los humanos todavía les ponen problema. Así que dime... ¿no es lo más tierno que has escuchado en tu vida?

Mauro no parecía entender muy bien la emoción en nuestras caras y nuestras voces; pero en vez de decir algo, suspiró y fingió que no existíamos.

—¡Pingüiamigas al poder! —exclamó Lena.

—¡Sí! —dije—. Podríamos ser la Liga de la Pingüiamistad. Tú serías SuperPinguin, Christina sería BatPenguin, Ana FlashPenguin, yo AquaPenguin, y Mauro...

—Ni se te ocurra.

—¡Lena! Mauro no quiere ser nuestra pingüiamiga.

—Ya volverá, Thalia —dijo despacio—. Siempre vuelven.

—Dios.

—¿Qué les parece —dijo Christina— si vamos a hacer fiesta a la casa de Mauro?

—¿Qué...?

—Sí Mauro. Vamos a tu casa, y entonces enloquecemos, comemos, y vemos una película de terror.

—No.

—¡Ash! —dijo Ana— Bueno, nos figuró irrumpir en la casa de Mauro sin su permiso.

—No sabes dónde vivo.

—Oh, pero claro que lo sé. Yo lo se todo.

—Yo también lo sé —dijo Christina.

—No... No lo sabes.

—No, pero... puedo preguntar.

—Eso no...

—Aunque sería mejor que fuéramos a mi casa. Así podrían conocer a mi novio.

Todas guardamos silencio por un par de minutos.

—Ah, claro —dijo Lena—. La apuesta.

—No es sólo por eso —dijo Christina—. Es amor verdadero.

Cuatro ParedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora