5 de Julio

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Hola, mi nombre es Thalia. Y me parece que ya establecimos cual es el tuyo.

Eres Jesús ¿No es así? En lo personal creo que el nombre te queda. Pero en realidad siento que «Jesús» es más un puesto que un nombre, y si hay un puesto que encaje contigo es el de «Mi lector».

Mi legado está en tus manos, eres en realidad el único capaz de entenderme, el único que escucha lo que grito en el silencio, y eso merece un nombre propio. Eres, más que cualquier fuerza invisible, la persona que me ve cuando y como nadie más lo hace.

Te escribo y tú me lees. Y si tu dios no te lee ¿Quién lo hará? Es por eso que tú, mi lector, eres mi dios.

Entonces hola, mi lector. Mi nombre es Thalia, y mi realidad aún es complicada. Así que creo, aunque suene tedioso, que tendré que explicártela.

*** *** *** ***

Hay un tercer momento en mi existencia que olvidé mencionar porque no pasa mucho, es el momento en el que la realidad no me permite descansar de ella.

En estos momentos una de las personas reales en mi vida alcanza mi vida irreal; pero en vez de llevarme con ella, se queda conmigo.

Eso, básicamente, fue lo que pasó hoy con Christina.

Ella llegó con la luz del sol, cosa que casi nunca hace. Por lo que creí que se nos hacía tarde. Pero no era eso. Lo supe porque se sentó delante mío y me abrazó para saludarme. Y lo supe aun más cuando fui capaz de responder a su abrazo.

Cuando me soltó, vi la luz cálida que la acompañaba; y que poco a poco convirtió mis paredes en la estructura típica de un edificio.

—¿Quieres ver una película? —preguntó.

—Por supuesto —respondí tomando su mano para lograr ponerme de pie.

Lo bueno de esto es que estoy con las personas que quiero, sin las responsabilidades del mundo al que pertenezco. Aquí las reglas son más flexibles que en cualquiera de mis dos vidas. Christina puede pasar a través de mi esquina favorita convirtiéndola en una cocina, y es perfectamente normal.

Lo difícil es acostumbrarse a ello.

Me refiero, me siento algo mareada por la manera en la que la luz parece perseguir a Christina, agregándole profundidad a cosas que no deberían tenerla; hasta convertir mi pequeño cuarto en lo que Jean describiría como un apartamento.

Pero ¿Qué importa? Las palomitas estaban deliciosas.

—¿Qué vamos a ver? —le pregunté a Christina. Sentandome a su lado en una de las camas que tenían un televisor delante.

Los elegidos —dijo—. Ya sabes, los grises y todo eso.

—Como en la zona 57.

Para cuando empezó la película, no sabía si ella estaba riendo o planeando mi muerte. Y ya que ambas opciones me harían reír... reí.

Luego paré, porque la película ya había empezado, y era una de esas películas en las que cada segundo es una pista indispensable a la que tienes que prestar atención. Pero lo importante ahora no es eso.

Verás, mi lector, la verdad no sé como narrarme a mí misma viendo una película. Es por eso que voy a improvisar, y voy a intentar plasmar la trama en mis reacciones apresuradas de niña de cinco años respecto a ella.

Y me disculpo por adelantado en caso de que no entiendas .

—Umm... okey. Creo que entendí: Ella es su mamá.

—Eres toda una genio.

—Mala. Pero... ¿Qué hace ahí?

—Dormir.

Cuatro ParedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora