El día que no pasó

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—Levántate —susurró una voz lejana, apenas audible, en un tono melodioso y persuasivo.

En algún rincón de ese mismo cuarto, despertó una chica llamada Thalia. Ella respondió, sin producir ruido alguno, con una serie de sueños alimentados y esperanzas escondidas. Aquel iba a ser un gran día. Se atrevía incluso a pensar que sería el mejor.

La muchacha dejó la acogedora seguridad de su cama y se arregló para salir. Eventualmente, veinte minutos más tarde, estaba lista. Se había vestido, y peinado tanto como le fue posible (que no era mucho). Era una extraña mezcla de negro con negro más oscuro, que se movía de un lado a otro todavía sin creer del todo lo que iba a pasar después.

Subió a su habitual transporte de la forma habitual, como si todo a su alrededor fuera remotamente normal.

Nobody said it was easy.

Los edificios parecían huir de su mirada.

No one ever said it would be this hard.

Los autos, aunque despacio, se alejaban se sus latidos.

Oh take me back to the start.

Una Panamericana, un colegio, y un puente sin hacer. Entonces allí estaba: caminando (o más bien rodando) por un sendero serpenteante, que debería tener al inicio una flecha que dijera "Felicidad". Pasó un minuto, y luego otro, y en algún punto antes del tercero, llegó.

Fue como si toda la expectación que acumulaba en su pecho, no sólo desapareciera sino que la hiciera explotar, mientras observaba aquel cuerpo delgado dirigirse hacia ella.

—Hola —susurró tímidamente en su oído mientras la abrazaba.

—Hola —saludó la otra chica, que respondía a «Margarita» tan bien como respondía a «Gabriela».

Las dos chicas se separaron, y caminaron hasta la casa de Gabriela mientras inflaban globos azules. Al llegar, Thalia saludó a sus padres y prosiguió a ayudar a pegar globos ya inflados en el techo. Porque, como lo proclamaba ella: «Si no estuviera aquí hoy, me suicidaría, ya que mi carta no llegó y mañana se van a Hogwarts». Era una fecha importante, y omitir su celebración causaría la pérdida de dos valiosas vidas, además de quitarles a ambas la oportunidad de estar juntas.

Entre tanto, los globos no se pegaban a menos que se utilizara cinta de doble adhesivo, y el almuerzo era una sorpresa que Thalia no podía ver. Por lo que ella se quedaría en la sala intentando no hacer explotar nada, y decorando el techo, mientras Gabriela estaría en la cocina, cocinando por primera vez en su vida.

—Es mejor que te prepares.

—¿Para qué?

—Para que todo salga asquerosamente mal.

Thalia rió un poco ante eso, y se giró en dirección a la cocina.

—¿Y por qué habría de hacerlo? —preguntó.

—Porque no cocino... no lo hago. Y esto en especial, tiene demasiadas formas posibles de arruinarse.

Un poco curiosa, Thalia se asomó para ver lo que estaba preparando. Gabriela lo advirtió, y, con un movimiento rápido, tapó los ojos de Thalia y la guió lejos de la cocina.

—No mires —dijo, besando su mejilla y volviendo por donde había venido.

Una sonrisa algo extraña se asomó por los labios de Thalia, una de esas que nunca antes había visto. Un poco atontada, continuó su labor de remodelación del techo.

—¡Mamá! ¿A la gelatina se le hecha la leche antes o después?

—Creo que antes.

—Pues yo creo que es después.

Cuatro ParedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora