Prologo.

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¡Hola mis bonitos lectores!

Hay dos posibilidades si están acá, o tienen la fortuna de leer esta historia por primera vez cuando ya fue editada o fueron del grupo desafortunado que vio esos terribles errores ortográficos y de redacción. Oh, no pensaba editar un fic jamás, pero esta fue mi primera historia, la que más me gusta de hecho, así que hay que hacerla decente de principio a final. La historia cuenta con 23 capítulos, un epílogo y dos extras. 

Se notaba demasiado la diferencia entre el año que me demore en escribirla. So, here we go again. Pero me da risa ver cómo todo este drama comienza y saber como termina. 

Además, este fic esta en mi siempre fallida primera persona, pero será. 

Esta historia tiene dinámicas de omegaverse, en donde Ash es un alfa y Eiji un beta.
Todo lo demás será explicado en el transcurso.

La narración la parte Eiji.

¡Espero que les guste!

Cuando mi reflejo perdió su rostro y mi nombre se esfumó dentro de una multitud muda supe que debía resignarme a ser normal

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Cuando mi reflejo perdió su rostro y mi nombre se esfumó dentro de una multitud muda supe que debía resignarme a ser normal.

—Ei-chan.

Porque era solo un beta, de familia promedio, de sueños inalcanzables y prejuicios escritos en la piel. Los alfas eran quienes se quedaban con las becas de deporte, el dinero, los privilegios y la vida de fotografía. Cuando sufrí la lesión acabé con mi última oportunidad, me volví cobarde y temeroso. ¿No era mejor ni siquiera intentarlo? Estaba demasiado cansado para levantarme otra vez. Un ave cuyas alas se encontraban quebradas, un canario cuyo canto fue sofocado hasta morir, pero no me debería importar, ni siquiera hubiese podido clasificar a las olimpiadas por mi género.

—Ei-chan, ¿me estás escuchando?

—Lo lamento, me distraje un momento. —Alcé mis manos sobre mi cabeza, intentando alcanzar el cielo—. ¿Decías?

—Este mapa es imposible de leer. —La frustración le tembló desde las cejas hasta la mandíbula—. Mi celular tampoco parece reconocer la dirección que nos dieron. —Suspiré, tratando de estirar mis piernas con una breve caminata por el aeropuerto.

—Tal vez deberías llamarlos, te dieron un número, ¿no es así? —Él se mordió el labio, batallando para doblar aquel gigantesco mapa contra su bolsillo.

—Tenía entendido que alguien nos pasaría a buscar.

—Yo también. —El plano se cayó para ser robado por los lamentos de aquella extraña ciudad.

—Mandaré un mensaje para estar seguro.

—El clan Lee parece ser bastante aterrador. —La fatiga en su risa no fue alentadora.

—Max me dijo que estaríamos bien. —Su mano se apoyó sobre mi hombro—. Podemos hacer esto juntos, Ei-chan. —Sonreí, deseando que un poco de ese optimismo me calara hacia las venas.

El amante del lince.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora