New York Sense.

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¡Hola mis bonitos lectores! Muchas gracias a quienes me acompañaron hasta el final de esta historia, fue toda una travesía tanto escribirla como editarla, acá no solo me di cuenta de lo fuerte que me ha pegado banana fish en general, sino que me dio el valor para atreverme a escribir sobre estos dos, ya saben, cuando algo es tan perfecto da ansiedad echarlo a perder. Pero miren, si esta historia llegó hasta acá, seguramente nada puede ser más catastrofico, si tienen ganas de escribir eso es todo lo que importa, el miedo se cae como las rueditas de entrenamiento en una bibicleta. Bueno, acá queda clara mi terrible obsesión por los extras del manga, muchas gracias por el infinito apoyo. La última palabra la tiene Ash.

¡Espero que les guste!

¡Espero que les guste!

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Yo quería ser como él.

Siempre deseé haber tenido una vida normal.

¿Pero qué era lo normal? Quizás solo anhelaba jugar béisbol con Griffin como los demás niños lo hacían, tal vez quería ir a una escuela como se supone que ocurría en las historias que Blanca me solía mostrar, probablemente aspiraba enamorarme de mi persona destinada, sin embargo, mis manos estaban manchadas de sangre, de la sangre de todas las personas que había matado. Nadie tenía idea de la mierda por la que había pasado. Y era insoportable, lo que me mantenía cuerdo era pensar en mi muerte como la carcasa congelada de un leopardo. Cuando Eiji me dijo que aún podía tener una vida normal no pude evitar reír, la idea me pareció tan despiadada como dulce. ¿Cómo un hombre que gritaba todas las noches atormentado por los recuerdos podría ser feliz? ¿Cómo alguien constantemente ahogado por la agonía sería capaz de sonreír? Supongo que me subestimé al compararme con un leopardo.

Él no solo tomó mi cuerpo y limpió mi alma, él acunó mi corazón y usó sus propios pedazos para sanarlo, él me entregó una de sus alas para que dejáramos de caminar y comenzáramos a volar, aunque fueron años difícil y a veces insufribles, él nunca flaqueó ni me abandonó. Ningún terapeuta podía arrancarme el dolor que padecí, ninguna pastilla era capaz de borrar los traumas, no obstante, él me enseñó a tomar ese desbordante desconsuelo para asegurarme de que nadie más tuviese que pasar por el infierno que sufrí. Él me inspiró para que buscase la belleza en lo sórdido y aprendiese a amar la oscuridad. No todo era bueno, no había un buen final, pero mientras fuese con él daba igual.

¿Quién necesitaba de una pareja destinada cuando tenía un alma gemela?

Irónico ¿no?

Cuando empecé a vivir por mí dejé de compararme con aquel leopardo.

—¿En qué tanto piensas? —Su voz fue la melodía que caló entre mis grietas para encender la palidez de mi corazón, la suavidad con la que sus brazos se deslizaron alrededor de mi vientre fue una estruendosa discrepancia con el vigor del espejo.

—En nada en realidad. —Mis palmas se acomodaron sobre las suyas en un delicado roce—. Estaba terminando de alistarme. —Me di vueltas para quedar atrapado por la eternidad. Su aroma me embriagó, esos grandes ojos cafés me hipnotizaron.

El amante del lince.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora