Capítulo 20.

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¡Hola mis bonitos lectores! Hoy fue un día bien intenso y andaba media muerta, pero no he subido este capítulo y lo he tenido listo desde que respondí sus comentarios como hace una semana, que terrible, lo siento. Tuve que leerlo otra vez para recordar lo que yo misma había escrito, genio me dicen. El capítulo lo narra Ash.

Muchas gracias a quienes se toman el tiempo para leer. ¡Espero que les guste!

Éramos dos piezas de diferentes rompecabezas cuyas grietas no encajaban, de bordes disonantes, de universos destemplados, veníamos en paquetes de miles y clamábamos en idiomas diferentes

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Éramos dos piezas de diferentes rompecabezas cuyas grietas no encajaban, de bordes disonantes, de universos destemplados, veníamos en paquetes de miles y clamábamos en idiomas diferentes. Las mías eran escarlatas, las suyas blancas. De contrastes tan opuestos que desafiaban la irrealidad, a pesar de la adversidad él era la complementariedad de mi alma.

Suspiré, hundiendo mi mentón en el refugio que forjaron mis brazos encima de la almohada, su fragancia fue una coqueta bruma de ensueños, aquellos curiosos ojos cafés centellearon para despertar al sol. Lindo. Su espalda estaba sobre nuestra cama, sus palmas sostenían en el aire una vieja cámara fotográfica, sus pies se habían hundido bajo las frazadas. Su risilla grabó a fuego lento su nombre en mi corazón, me acerqué, despacio. Si en este eterno puzzle que llamábamos vida no éramos más que dos insignificantes piezas recortaría todos mis bordes para hacerlos encajar con los de él.

—¿Qué es lo que tanto miras? —Me recosté a su lado, ansioso. Sus latidos fueron una sinfonía de confort, tan placentera. Su sonrisa erizó hasta la última chispa de cordura que me quedaba. No era nada.

—Yut me regaló esta cámara hace un par de días. —Nada más que una pieza de otro rompecabezas hecho solo para él—. Me ha ayudado a pasar el tiempo. —Éramos de mundos diferentes. Un conejo y un lince terminarían en tragedia, ya lo sabía. Desde el principio lo hice.

—¿Eso es lo que has estado haciendo? —No estábamos destinados a la eternidad—. Has pasado demasiado tiempo con la pandilla, me siento abandonado, onii-chan. —Suspiré, presionando mis párpados. ¿Qué tanto debía amarlo para que esas cosas ya no me importasen? Infinidad era poco. Insuficientes eran dos palabras y cinco letras.

—Sí, los he estado fotografiando mientras trabajas en el laboratorio. —Mi cabeza se hundió en la almohada, mi atención se enfocó en la pequeña pantalla bajo el visor—. Algunas son buenas. —Aquel espacio entre su cuello y su hombro era mi universo de euforia y perfección. Él era mi hogar. Eiji Okumura era el lugar donde yo siempre quería regresar.

—Quiero verlas. —La emoción que resplandeció fue indescriptible—. Si puedes hacer que ellos se vean bien puedes hacer lo que sea. —En un segundo lo perdí todo por él. Su risa fue polvo de magia. Él inclinó aquella máquina en el aire para que pudiese observar mejor. Tan lindo.

—De hecho son bastante fotogénicos. —Decenas de imágenes corrieron con el chirriar de un botón. Las muecas de mis subordinados eran desagradables, contuve una carcajada ante tan espantosos recuerdos—. ¡No te burles de ellos! No están acostumbrados. —No podía tomarlo en serio enfadado, nuestras manos acabaron entrelazadas en la cama.

El amante del lince.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora