Capítulo 1.

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¡Hola mis bonitos lectores! Muchas gracias por tomarse el tiempo para leer.

Anécdotas que a nadie le importan, acabo de cachar por los comentarios que personas a las que amo y escritoras que admiro mucho leyeron la versión vieja y yo ni enterada, que caso más feo. Por favor mándenme su dirección para enviarles un chocolate o algo.  No sé como siguen acá. Me siento haciéndole cirugía plástica al fic. 

Fuera de mis traumas de Vietnam, este capítulo lo narra Eiji.

¡Espero que les guste!

Sus ojos eran jades contra el amanecer, de resplandor cegador e iridiscencia feroz

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Sus ojos eran jades contra el amanecer, de resplandor cegador e iridiscencia feroz. Su cabello era oro sobre porcelana, su risa era la melodía más meliflua jamás pronunciada. Fue tanta la belleza que de repente quise llorar, porque los rayos de ese sol no eran más que tinieblas.

Era un alfa. No fue necesario oler las feromonas para saberlo. El sudor corrió desde mi cuello hasta mi cordura, traté de retroceder, sin embargo, estaba a la merced del lince. El colchón rechinó cuando él se subió a la cama, sus movimientos fueron elegantes pero imponentes, el corazón me retumbó hasta en la cabeza, él se inclinó, despacio. Sus dedos se deslizaron con suavidad hacia mi nuca, un violento espasmo me recorrió la columna vertebral.

—No lo entiendo. —Sus palmas se deslizaron por mis pómulos, su aliento chispeó entre mis labios, su nariz rozó mi cuello como si fuese terciopelo, estaba cerca—. Me han traído omegas bellos y exóticos. —Una sonrisa traviesa se pintó sobre la galantería—. Tú eres un tanto simplón. —El ceño se me tensó. La vanidad y la vergüenza aletearon entre mis mejillas.

—Eso es porque no soy un omega. —Azoté su mano lejos de mi cara, él parpadeó, constipado, su boca se separó, no obstante, las palabras no escaparon.

—¿Q-Qué? —Rodé los ojos—. ¿No eres un omega?

—No lo soy.

Tan decepcionante.

Él fue exactamente lo que esperaba encontrar pero no deseaba, de aroma a tabaco, supremacía y problemas. Comprar omegas para utilizarlos como mercancía, abusar del estatus y deleitarse con dinero sucio, ese petulante era un digno heredero para Dino Golzine, mis puños se hundieron entre las sábanas, él recorrió mi cuello con un descaro inconcebible, fruncí la nariz, acomodando mis manos contra su pecho para apartarlo, fuegos artificiales retumbaron en aquella caricia. Por muy intoxicante que fuese el perfume que él desprendía, la pestilencia del engaño se encargó de mitigarlo. Electricidad me quemó la piel cuando él tomó mi palma, incrédulo.

—¿De verdad no eres un omega? —No pude pensar bajo ese verde tan tormentoso.

—He sido un beta toda mi vida. —Su risa me acarició la oreja, el espasmo fue inminente—. Me habría dado cuenta si fuese un omega. —El verano tiñó mi rostro cuando él hundió su nariz contra mi clavícula. Fogoso y despiadado.

El amante del lince.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora