Luego de una semana horrible con antibióticos y comida de enfermo, volví oficialmente a la oficina, donde la mitad de las personas también habían tenido el virus. Aquel día me fui antes, y en vez de ir a casa y ver el programa, decidí ir al show, a ver a Joe. Para mi suerte, me encontré con su asistente en el pasillo, ella me dio un abrazo y me llevó hasta el público del programa. Joe me escribió un mensaje antes de comenzar el show.
"Ya quiero verte".
"Ya lo harás" —le respondí.
Joe salió al aire. Las señoras le aplaudían, suspiraban por él. Era tan tierno. Joe saludó a las señoras en el público, me vio. Nunca había visto esa sonrisa en él, se veía sonrojado casi.
—Buenas tardes, el día de hoy es un día especial —dijo él—, y hoy, justamente, es día de postres... el día de hoy haremos suspiro limeño.
Las señoras aplaudieron, aplaudí también.
Todo el programa, era Joe cocinando en vivo, sus asistentes yendo de un lado para el otro, dándole las cosas que necesitaba. Me sonreía cada vez que podía. Cuando el show acabó, me dio un pocillo con suspiro limeño, las señoras nos miraban. Joe me levantó del piso, me besó.
—No esperaba que vinieras —dijo.
—Ni siquiera sabía si me dejarían entrar —reí.
Probé el postre, estaba delicioso.
—Quiero esto en mi casa, siempre —dije.
Él probó también. Luego me llevó a la producción del programa, me presentó al director, a los creativos, a las asistentes de cocina y a la gente de las cámaras y sonido. Luego, se despidió de las señoras, y nos fuimos a cenar a un restaurante.
—Este solía ser mi restaurante —sonrió.
—Es un bonito lugar, me gusta. No sé si deba comer muchas cosas diferentes —suspiré.
—Tuvimos la prueba de fuego con el suspiro limeño, puedes comer poco.
Patrañas. Me comí un plato lleno de papas cocinadas elegantemente, y camarones, él pidió una langosta, de la cual acabó comiéndose menos de la mitad, pero yo la comí, él pidió pulpo luego, y después, acabé comiendo pastel.
—Sí que recuperaste el apetito —dijo, sorprendido.
—Sigo teniendo apetito —dije.
—Deberías dejar de comer, puedes enfermar.
Asentí.
Pagué la cuenta antes que él, y nos fuimos a mi apartamento.
Por la mañana, Joe preparó huevos con salchichas para el desayuno. El olor estaba matándome de náuseas. Acabé vomitando en el baño.
Joe se acercó.
—¿Estás bien?
Asentí.
—Eso huele terrible —dije.
—Que raro, estoy usando las mismas salchichas de siempre —dijo.
Y así fue como rechacé la mayoría de las comidas del día, pero sí pensaba un montón en la langosta que había comido el día anterior. Acabé yendo al supermercado, y comprando una langosta congelada. Llegué a casa, y la cociné viendo recetas en internet mientras veía el programa de Joe. No se veía feliz como otros días, y no me había escrito mensajes en todo el día. ¿Se habría disgustado por rechazar su desayuno?
Joe llegó luego, le dejé langosta. Traía una bolsa con cosas. Traía jugo, el sabor se sentía tan bien. Era jugo de manzana. No me gustaba el jugo de manzana, pero ahora, amaba el jugo de manzana. Él estaba serio.
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Te amo, Lauren Rosebell
RomanceLa desgracia le trae a Lauren un cambio totalmente radical, y el amor la salvará, pero... ¿Cómo?