Pasé unas horribles y horas de silencio con Joe. Él no dejó mi lado jamás, y respetaba el espacio que necesitaba al mismo tiempo. Finalmente, al anochecer, rompió el silencio.
—Lori, ¿Qué quieres hacer? —preguntó.
Se veía serio, cansado, quizás lo agoté y lo agobié.
—Joe... yo... no sé cómo hacer esto.
Diablos, me sentía tan perdida. Sentía unas enormes ganas de ver a mi abuela.
—¿Quieres abortar? —preguntó.
—¿Estarías bien con eso?
Él frunció los labios.
—No lo sé. Me gustan los bebés, me agrada la idea de una familia contigo, un niño bonito, con tu cabello rubio y tus ojos azules... pero... no puedo obligarte a hacer esto, ¿Cierto? Me haría un cretino, probablemente después me odies.
Sí, lo había agobiado.
—¿Y tú estarías bien con eso? —me preguntó de vuelta.
—Joe... no tengo experiencia con una familia real, no sé cómo se crían los niños, ni sé a qué edad debería comenzar a meterlo a la escuela, no sé qué hacer si se enferma, y no tengo a quién preguntarle... no sé cómo generar lazos de confianza con mi familia, no sé si podré dárselos a un niño... pero al mismo tiempo, no quiero hacer algo tan... horrible... como quitarle la posibilidad de darnos felicidad. Y... y... al mismo tiempo, siento una repulsión respecto a sentirlo dentro de mí, no puedo aceptarlo... Esto es demasiado difícil, no estoy en condiciones para esto... es una decisión demasiado grande.
Sí que estaba desesperada.
—Por favor, dime qué hacer... no puedo decidir esto sola —suspiré al final.
—No puedo decidir por ti, lo que decida, te dañará.
Me tomó la mano.
Él tenía razón. Al final debía decidir yo. Ambas decisiones acabarían en un montón de culpa y tristeza. Ya no quería más tristeza.
Al día siguiente, Joe me llevó a un hospital. Había muchas mujeres esperando ser atendidas con una cita, pero afortunadamente, Joe conocía a un doctor, que era amigo de su padre. El doctor Franklin.
—Así que, Joe... tu novia y tú están en cinta —dijo el hombre, con seriedad.
—Así es. Aún no sabemos cuál será el destino de este bebé —dijo Joe.
—¿Cómo te has sentido, Lauren? —me preguntó de pronto.
—No soporto las náuseas —dije. Realmente me sentía cansada, no pude dormir. Tampoco desayunar sin vomitar.
Él doctor estaba muy serio.
—¿Tienen una fecha estimada de cuánto tienes esperando?
Negué.
—¿Usabas algún anticonceptivo?
Asentí.
—Píldoras.
—Por favor, ve a la silla.
Él me pidió que me quitara el sweater, encendió una maquinita, y me esparció un gel helado por el vientre. Joe se paró de su asiento para ir a acompañarme.
El hombre pasó la máquina sobre el gel, era algo incómodo.
—Ah, ahí está.
Yo sólo veía manchas, pero eran claras. El hombre movió algunas cosas en la pantalla, luego de unas cuantas veces, finalmente habló.
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Te amo, Lauren Rosebell
RomanceLa desgracia le trae a Lauren un cambio totalmente radical, y el amor la salvará, pero... ¿Cómo?