JOE
No podía evitar sentirme angustiado. Lori estaba viviendo un embarazo tan terrible, que estaba desgastándola demasiado. Cada día desde que me di cuenta, la vi sufrir. Cuando la vi en la boda de Ed y Kate, era bastante delgada, pero estaba perdiendo peso, mientras su panza crecía. Era como si nuestra hija le chupara el alma.
Su estadía en el hospital colmó toda la angustia, ahora vivía preocupado de que nada les ocurriera, y sabía que estaba atosigando a Lori, pero, ¿Qué podía hacer? No podía salir tranquilo, a hacer el programa del día, sin pensar en que podía volver a rechazar la comida, o tuviera algún dolor extraño... así que recurrí a lo que ella menos querría que hiciera: Acudir a Kate.
Sabía que llevar a Kate a acompañarla, la pondría incómoda, pero Kate estaba igual, angustiada por Lori.
—¿Crees que ella lo acepte? —preguntó ella, con su gran barriga.
—No le quedará otra, además, conociendo lo inquieta que es, debe estar aburrida.
Kate rió.
—¿Qué?
—Hablas como si la conocieras hace decenas de años —dijo.
—Sí la conozco desde hace mucho tiempo, y pese a que llevamos menos de cinco meses saliendo, se siente como si hubieran pasado años... le pedí que se casara conmigo.
Ella arqueó las cejas.
—¿Y te dijo que sí? Ella quería no casarse jamás. Ni tener hijos.
—Por lo menos, se está acostumbrando a lo de tener a Rebecca. Le ha sido difícil, pero apuesto a que la amará.
—Ya la ama —dijo Kate—, ¿No la viste en el hospital? Estaba aterrada de perderla.
Le di una sonrisa algo vaga.
—Bien, iré, pero si me echa a patadas, te llamaré.
Asentí.
—Gracias.
Me fui al canal séis, la llamé antes de llegar.
—Hola —dijo. Al parecer la había despertado.
—¿Cómo te sientes, primor?
—Tuve una siesta en el sofá, estaba soñando con que comía un montón de kiwi, así que estoy viendo si puedo comprar algunos en internet.
—Lori, es invierno, no hay kiwi.
Ella guardó silencio un poco, la oí sollozar despacio.
—¿Estás llorando por el kiwi?
—¡Es que me pone triste no poder comerlo ahora! —dijo.
Si yo sobrevivía a este embarazo, iba a ir a escalar un monte.
—Amor, tengo kiwi en la cocina del canal.
Y la oí llorando aún.
—Estoy tan feliz de que tengas kiwis —dijo, de pronto.
Sonreí.
—¿Qué harás hoy en la cocina? —preguntó, de pronto.
—Albacora —dije.
—Que asco —dijo, de pronto.
—Te ha dado albacora antes... y te ha encantado. Sé que ahora no te gustan muchas cosas, y que tendrías un embarazo imposible de no ser por el canal séis, así que, descuida, haré la cena, y tendrás tus kiwis —suspiré.
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Te amo, Lauren Rosebell
RomanceLa desgracia le trae a Lauren un cambio totalmente radical, y el amor la salvará, pero... ¿Cómo?