"¡Vete al infierno!"
"De ahí vengo, ángel. Y, no hay forma de que me hagas volver"
Ambos estaban perdidos, en un lugar al cual no podían llamar hogar. Mientras que su mente lo único que lograba era confundirlos y no hacer nada fácil su estadía. Los...
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Hey Angel – One Direction
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—Hagan que salga de ahí. Necesita salir en cinco minutos —la voz se escuchaba lejana, como un eco distante que resonaba en sus oídos. Sus ojos estaban cerrados, haciéndosele imposible poder reconocer al dueño de esta.
—Pero, no está listo. Hay vomito por todas partes y-
—¡Dije que lo necesito en cinco minutos! No me importa si está medio muerto, hay publico esperando. No perderemos ni un solo centavo de nuevo por este chico —se escuchaba más ruido de fondo, con varios gritos siendo mezclados en ellos. Pero, todo era distando, como si no se encontrara verdaderamente allí.
—Hey, Luke. Despierta —esta era otra voz, más calmada; que lo hacía, en cierta forma, sentir mejor. Quería abrir los ojos, pero no podía, era como si le pesasen.
—¿Estas bien?
La tercera voz fue la que lo hizo finalmente abrir los ojos, para hacerlo darse cuenta segundos después que se encontraba en un frío suelo. Ya no había ruidos de fondo, ecos, ni gritos, solo quedó el sonido un claxon, el cual pasó a convertirse en varios a medida que recuperaba la conciencia.
Lo primero que vio al abrir los ojos fue el oscuro cielo, con solo las estrellas alumbrándolos, sin una sola señal de la luna.
Cuando se dio cuenta de eso, rápidamente reaccionó. Pasó a ponerse de pie, mientras entraba ligeramente en pánico al notar que en se encontraba en un lugar el cual no era su hogar. Sus ojos solo encontraban grandes edificios, carros y miles de personas pasando una tras otras. Sabía dónde se encontraba, pero no entendía cómo es que acabó aquí.
Luego, sus ojos fueron hacia el hombre parado a su lado, quien lo miraba algo confundido. Era posible que todo este tiempo haya estado lo suficientemente inconsciente como para que alguien pensase que se encontraba muerto. Después de todo, las personas de por estos lares no se llevaban demasiado bien con la palabra "muerte".
Sus manos pasaron a tocar con algo de desesperación el pedazo de metal que aún (por suerte) colgaba de su cuello; una cadena, la única conexión con su hogar, lo único que podría salvarlo si es que algo malo le pasaba y su única salida. Una vez pudo sentir el objeto, se tranquilizó ligeramente. Todo iría bien mientras aun la tuviera.
Al bajar la mirada notó que llevaba una camiseta blanca, con unos pantalones negros ajustados y unas botas doradas, que resaltaban demasiado a la vista. De ahí vio sus manos, las cuales traían una pintura en cada dedo del mismo color que los zapatos. No recuerda haber usado nunca ese color, y esa no era la ropa que salía traer normalmente consigo cuando bajaba.
