"¡Vete al infierno!"
"De ahí vengo, ángel. Y, no hay forma de que me hagas volver"
Ambos estaban perdidos, en un lugar al cual no podían llamar hogar. Mientras que su mente lo único que lograba era confundirlos y no hacer nada fácil su estadía. Los...
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Living Proof – Camila Cabello
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Sabía que estaba mal, pero no se sentía mal.
No había forma de que esos labios pudiesen sentirse mal cuando estaban sobre los suyos, besándolo lenta y suavemente, o cuando unas manos tocaban su piel con desesperación. No podía ser algo malo si es que se sentía tan bien.
Intentó dejar de pensar en aquel sentimiento de familiaridad y añoranza que se formaba en su pecho cada vez que estaba cerca del ángel caído, pero era imposible. Cada vez que creía haberse deshecho de este volvía. Aparecía cuando tenía aquellos brazos rodeándolo por las caderas y una pequeña nariz refregándose contra su cuello cada noche.
No había reglas. No había ni una sola escrita que dijera que un ángel no podía comenzar a tener sentimiento por un caído, pero solo era porque ninguno antes lo hizo. Ni siquiera había ángeles que se sintieran atraídos por otros. Pero, eso quería decir que no había nada malo con esto, ¿verdad?
De todas formas, que su corazón lata rápido cada vez que estaba cerca del ser no tenía que significar algo en especial. Solo tenía que ser una clase de sentimiento que experimentaban los humanos cuando se sentían atraídos hacia otros, no tenía que ir más allá que eso. Pero, en el fondo, sabía que pensar eso solo era negar lo obvio.
Porque, sabía que esto era más que una simple atracción hacia un ángel caído. Más que un deseo carnal. Había algo que los unía, y no solo era la lujuria que sentían sus cuerpo, era algo más.
Algo que no podía ser descrito con palabras.
—¿P-Por qué paraste? —la voz de Michael interrumpió sus pensamientos. Su mirada fue hacia los ojos verdes, los cuales lo miraban con algo de temor. En respuesta solo dejó un corto beso en sus labios y negó con una ligera sonrisa en rostro. El ser relajó la mirada ante la acción.
—Eres hermoso, ¿lo sabias? —sus fueron bajando por el mentón del ángel caído, hasta llegar a su cuello. Las marcas de la última vez ya se habían borrado, pero se encargaría de que pronto nuevas volvieran a aparecer —. Nunca me dijeron que los ángeles caídos podían ser tan hermosos —sus dientes, por fin, agarraron un pedazo de la blanca piel, siendo aquello suficiente para que un jadeo se escuchara.
—S-Solo-... Continua —unas manos volvieron a sus cabellos, mientras sus labios seguían succionando y mordiendo repetidas veces la misma zona. Se alejó cuando vio tres perfectas marcas rojas en esta; eso sería suficiente, por ahora.
Las manos de Michael fueron a su propia camisa, para comenzar a desbotonar los botones que quedaban. Él se encargó de retirarla lo más rápido posible, para luego tirarla fuera de la cama, pero fue en ese momento que sus ojos se enfocaron en su desnudo brazo. Esa fue la primera vez que veía las marcas; diferentes líneas de largo y ancho, esparcidas aleatoriamente en los pálidos brazos.
