Epilogo

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Encadenado a una estrecha cama elevada, Vandor se ordenó no mover ni un músculo mientras la Alta Princesa de pelo llameante se dirigía despacio hacia él, su expresión derrotada. Había sentido su pena en cada ocasión en que ella había desobedecido su convocatoria mental, y verdaderamente, le había hecho mella.

Ella parecía cansada. Cansada, débil y derrotada.

—¿Qué quieres de mí? —susurró deshecha.

Débil, demasiado débil. Debería haber forzado su voluntad sobre ella hacía días, semanas.

Ella estaba ante él desnuda, no habiéndose molestado en ponerse el vestido de costumbre de su gente, verdaderamente debía haber sabido que él se lo quitaría de todos modos.

Cuando una de sus manos encadenadas se alzó y su pulgar empezó a dar masajes a su erecto pezón, ella se estremeció entrecortadamente, sin intentar protegerse más de él como si se hubiera dado cuenta ahora que no le haría daño.

La mirada verde jade de él encontró la azul resplandeciente de ella. Un lado de su boca se alzó mostrando los colmillos.

—Todo —ronroneó.

Yar'at trataba de mantener su atención en lo que estaba siendo dicho junto a él por el

Alto Rey Jor Q'an Tal. Había viajado a la Ciudad de Arena, al Palacio de las Dunas esta salida de la luna para informar de la misión a la tercera dimensión bajo el mando del Alto Lord Harry Q'an Ri, gobernante de Tryston.

Y todavía, intentaba como podía enfocarse en el Alto Rey, pero era la hermosa muchacha de pelo llameante parada calladamente detrás de él a quien se dirigía su mirada continuamente.

Podía decir por la postura de Jor que el Alto Rey era fieramente protector con su hermana mayor, porque la mantenía un pie detrás de él, protegiéndola de la necesidad de hablar con otros.

Yar'at había oído rumores de la belleza de Zora Q'ana Tal y podía ver por si mismo que era verdad. Pero también había oído bromas crueles porque era diferente de las otras muchachas. Se decía que no era dada a flirtear con los guerreros y de lo que había oído entre rumores se decía también que rara vez hablaba con alguno de ellos excepto los machos de su linaje.

Y ahora encontraba su tímida mirada desviándose constantemente para encontrarse con la suya...

Yar'at sujetó fuertemente las emociones que sentía, diciéndose que tenía delirios si alguna vez pensaba que la hija mayor del propio Emperador se preocupaba por su cariño.

Era ridículo en extremo tener incluso esperanza, para permitirse probarla.

Así que apesadumbrado se preparó para salir del Palacio de las Dunas después de que su informe verbal estuvo completo. Cuando el Alto Rey acabó de repartir sus instrucciones, la mirada de Yar'at se desvió una última vez para chocar con la de Zora.

Inclinó la cabeza respetuosamente ante ella, almacenando la expresión inocente y la sonrisa sincera que hizo más a sus corazones de lo que hubiera deseado.

Giró el tacón de la bota y anduvo vigorosamente por el vestíbulo por temor a hacer algo insensato que causaría que los otros hicieran más bromas sobre él, tales como comprobar a la cría mayor del Emperador y la habilidad para emparejarse con él.

Sabía que podría ser verdad.

Pero él era lento de lengua, se recordó.

Y si alguna vez la Alta Princesa había oído a los chismosos hablando de él, también lo creería lento de mente.

—El comienzo —suspiró Dari, la cabeza arqueada hacia atrás en la almohadilla vesha del asiento. Miraba distraídamente como el legendario planeta Khan-Gor asomaba más y más cercano en el horizonte—. Es duro decidir donde y cuando empezó todo.

Un cuero vesha se envolvió alrededor de ella, Kari colocó su cabeza en el acolchado del asiento del piloto y sonrió.

—¿Cuántos años tenías cuando fuiste enviada a vivir con Gio en Arak? —murmuró.

Dari le echó una ojeada.

—Catorce.

Kari asintió. Estuvo silenciosa durante un momento.

—Y ¿cuántos años cuando te enamoraste de él?

Los ojos de Dari se abrieron. Sonrió suavemente mientras apartaba la mirada, mirando fijamente a la noche.

—Catorce y un día —susurró—. Catorce y un día.

Sin Miedo (H.S) 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora