Capitulo 4

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Mientras, en el planeta Tryston...

La Alta Princesa Zara Q'ana Tal miró cautelosamente hacia el encadenado macho que era sus deberes. Un mero humanoide y no un guerrero, ella había sido enseñada por los mejores toda su vida a pensar en cualquier macho, no un guerrero, como inferior a su especie y por lo tanto no digno de su atención.

Al menos, no era arrogancia por su parte, ni por un verdadero sentimiento de superioridad que tuvo que ocultar su interés por este macho... era simplemente el modo en que la vida funcionaba en Tryston. Los machos inferiores habían sido capturados en batallas y llevados al palacio para que las princesas que vivían allí pudieran aprender como servir a sus futuros Compañeros Sagrados con machos a quienes los guerreros no les importaban que les tocaran.

Al menos antes de la reclamación. Después, a una mujer Trystonni no se le permitía tocar a ningún macho, excepto el cuerpo del guerrero que la poseía. Si ella no iba a las cubiertas vesha virgen, y una virgen era considerada una muchacha que no había abierto los muslos para un guerrero, castigos terribles eran impartidos. Castigos tales como...

Bien, no se atrevían a pensar en eso.

—Por el amor de la diosa —su hermana ligeramente mayor, Zora, suspiró—. Esto es aburrido.

Zara se mordió el labio mientras miraba rápidamente lejos del macho cautivo que le habían dado para practicar. Por las arenas sagradas de Tryston no sabía como superaría esta lección de aprendizaje sin revelar sus pervertidos sentimientos.

Encadenado al muro delante de ella, el macho atado y amordazado parecía mirarla a través de sus cubiertos ojos mientras ella acariciaba su largo trozo de carne masculina con un movimiento de arriba hacia abajo. Él parecía como si fuera consciente de lo que le estaba haciendo, pensó sospechosamente... y le gustaba mucho.

Pero no, recordó Zara, consolándose con los hechos. Era imposible para el macho inferior saber lo que estaba haciendo. Todos esos machos eran mantenidos cautivos por hechizos de las sacerdotisas, las cadenas y mordazas ofrecían solo una protección secundaria. Ellos podían sentir placer sexual, si, pero no eran capaces de procesar inteligentemente lo que les sucedía. Cuando ella y sus hermanas terminaran su aprendizaje los machos serían liberados donde habían sido capturados, sin saber ninguno de ellos lo que les habían hecho.

Así era la manera. Siempre era así. Y era este conocimiento lo que evitaba que Zara apartara su mano con mortificación a causa de su reacción física a este macho inferior.

Él era distinto para ser solo un macho inferior, se dijo. Tan grande y poderoso...

Eso era ciertamente por lo que su cuerpo reaccionaba al suyo con lasciva, aseguró ella a su alterado orgullo. Él era alto como un guerrero, de músculos sólidos y fuertes como un guerrero y su verga...

Respiró hondo. Con seguridad poseía la gran verga de un guerrero.

—Sí —murmuró Zara a su gemela—. Estoy a punto de dormir de aburrimiento.

Oh, pensó mientras acariciaba la parte tiesa del hombre arriba y abajo, le gustaría que fuera verdad. Pero a diferencia de Zora y su hermana más joven Klea, ella disfrutaba de sus deberes. Quería tocar esta gruesa polla y seguir tocándola y...

Por lo menos no sabía que. Solo que anhelaba hacer algo con ella.

Zara sentía sus pezones tensándose mientras lentamente, metódicamente, trabajaba la mano arriba y abajo por la longitud masculina. El aliento atascado en su garganta ante la seda acerada, y se encontraba con la otra mano subiendo para acariciar inquisitivamente el saco masculino que estaba apretado de excitación.

Sin Miedo (H.S) 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora