Capitulo 7

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Mientras, en la Ciudad de Arena...

—De ninguna manera... —Mary miró boquiabierta a su cuñada, sorprendida. Podía sentir la ira construyéndose, amenazando con erupcionar—. ¿Hablas en serio? ¿Por qué no nos contaste esto antes? —ladró.

Kyra se frotó las sienes y suspiró.

—Porque no estaba segura. Porque no estaba al cien por cien segura hasta que Geris me envió una holo-llamada. —Bajó la voz y paseó vigorosamente hacia Mary y Giselle—.

La molestia favorita de Ger. Dos de sus hijas perdidas, incluso Dak rehúsa permitirle acompañarlo y encontrarlas. —Bufó—. Porque como es generalmente el caso cuando las mujeres están envueltas, piensa que sería más un estorbo que una ayuda para encontrar a Jana y Dari.

—¿Por qué no estoy sorprendida? —La mano de Mary se cerró en un puño a su lado—. Mi cerdo mentiroso de marido me dijo que iba a una misión de paz y buena voluntad al planeta Meridian —barbotó—. ¡No me puedo creer que piqué!

—Infierno sangriento. —Giselle sacudió la cabeza—. Y pensar que creí a Rem cuando me dijo que salía con sus hermanos para ir al holo-dados durante una noche fort. —Se pellizcó los labios con un ceño—. Si ni siquiera le gusta el holo-dados.

Kyra cerró brevemente los ojos y respiró hondo.

—Es peor —murmuró.

Mary y Giselle intercambiaron una curiosa mirada antes de mirar a Kyra. Ambas pensaron que era extraño cuando la Emperatriz empezó a mordisquearse el labio inferior y a andar de aquí para allá.

—¿Peor? —Preguntó Giselle cuidadosamente—. ¿Cómo precisamente?

Pero era como si la Emperatriz no hubiera oído la pregunta porque su paseo se volvió frenético.

—¿Kyra? —dijo Mary suavemente—. ¿Qué pasa?

Ella giró para encararlas, parando bruscamente. Sus ojos parecían salvajes y preocupados.

—Creo —dijo Kyra calladamente, retorciéndose las manos nerviosamente delante de ella—, creo que la mujer que ayudó a las chicas a escapar era...

Cuando no pareció como si fuera a terminar la oración, Mary estiró una mano hacia ella.

—¿Era que? —preguntó—. Kyra... ¿qué pasa?

—Creo... —Kyra respiró hondo y lo expulsó—. Creo que la mujer que ayudó a las chicas a escapar es mi hermana Kara —susurró.

—Infierno sangriento. —Giselle sacudió la cabeza ligeramente, insegura de que decir a manera de consuelo. Desgraciadamente no mucho podía ser dicho. Las tres mujeres entendían lo bastante las maneras de Tryston para darse cuenta de lo que probablemente vendría de esa situación.

Mary asintió lúgubremente.

—¿Y tienes miedo de que Zor tendrá que enviarla a los hoyos del barranco si la coge?

—Ajá. —Kyra se agarró el estómago, pareciendo como si fuera a vomitar—. Él puede ser tan jodidamente rígido. ¿Qué le importa que Kara sea de mi carne y de mi sangre? ¿Que si la única cosa sobre la que se preocupa —murmuró, su mirada lejana—, es conseguir la venganza sobre la mujer que ayudó a nuestras hijas a escapar de Tryston, y de Cam? —Sacudió la cabeza—. No puedo permitir que pase. Durante todos estos años me he apenado... —Alzó la mirada, mirando a sus cuñadas—. No puedo correr el riesgo de perderla. Otra vez no.

Las tres mujeres permanecieron allí en silencio durante un largo momento, sin decir nada mientras se miraban fijamente la una a la otra. Fue Giselle quien rompió finalmente la calma.

—¿Quieres que hagamos lo que creo que quieres que hagamos? —preguntó cuidadosamente.

Kyra no fingió no entender exactamente lo que quería decir.

—Si —dijo simplemente.

Giselle respiró hondo y lo expulsó.

Infierno sangriento. Esto se está volviendo interesante.

—¿Geris —preguntó Mary, sus ojos estrechándose—,está en esto también?

—Oh, sí. —Kyra rió sin humor—. Ger está tan enfadada y asustada como yo. Kara no solo fue la que la crió mientras crecía, sino que sus hijas mayores están perdidas. ¿Crees que quiere esperar en casa el retorno del marido esperando contra toda esperanza que él sea capaz de encontrarlas pero sin saberlo realmente? —Ondeó una mano en el aire, la mandíbula apretada—. ¡De ninguna manera!

Mary bufó su acuerdo, pero no dijo nada.

—Mira —dijo Kyra, frotándose las sienes otra vez—. Odio arrastraros dentro de mis asuntos personales sin mucho más que una advertencia, pero —dijo desesperadamente—. ¡No puedo pensar en que más hacer! Sabía que mi hijo Jor sospecharía y quizás me tiene vigilada como un halcón si dejo el palacio con Geris, pasando desapercibido mientras hablamos.

—Un pensamiento listo. —Gisella asintió—. Nadie sospechará de Mary y de mí si de repente tienes el deseo de visitar Sypar y Morak. —Suspiró—. Y todavía... Kyra, soy una creyente y haré lo que pueda para ayudarte pero ¿cómo propones que perdamos a los guardias? —Ondeó una mano significativamente hacia las puertas de la cámara y bajó la voz—. Más allá de esas puertas todas nosotras tenemos guardias que se pegan a nuestros talones como guerreros no emparejados a Kefas. ¿Cómo abandonaremos Tryston? —Alzó las manos en el aire—. Infierno sangriento, en cuanto a eso, ¿Cómo logrará Geris abandonar Ti Q'won?

—No lo sé —admitió Kyra malhumoradamente. Se desplomó boca abajo sobre un banco vesha—. No he resuelto esa parte todavía.

Giselle suspiró, desconcertada.

—¿Quizás Jor pueda ser razonable? —preguntó optimista.

—¡Ha! —Kyra sacudió la cabeza—. Quizás haya sido un chico de mani de niño, pero ahora que ha crecido es el hijo de su padre.

—Lo que significa que no es de confianza. —Los ojos de Mary se estrecharon mientras contemplaba varias maneras de subvertir el paradigma dominante que estaba encarando.

Dudó que una protesta de concienciación les rindiera cualquier resultado en una galaxia como Trek Mi Q'an. Bien, lo que conseguirían es que les enviaran a sus habitaciones como niñas recalcitrantes—. Ningún guerrero de más de trece años puede ser de confianza. Consiguen un harén y todo va cuesta abajo a partir de allí —dijo comedidamente.

Kyra bufó ante eso.

—Eso no es verdad. ¿Por qué molestarse en agitar el statu quo cuando te das cuenta de que a la edad impresionable de trece años, el statu quo funciona de manera malditamente buena para ti? —Suspiró—. Jor me quiere lo bastante para sacrificar su vida por mí, pero no, no es de confianza. No en esto.

—Lo tengo —exhaló Mary, atrayendo su atención. Sonrió lentamente.

Kyra se disparó hacia arriba desde el banco vesha, su expresión tan optimista como desesperada.

—¿Qué? —preguntó Giselle, tan curiosa como Kyra—. Dínoslo ya.

Mary le miró de manera significativa el ombligo entonces subió. Sonrió.

—Digamos que tengo conexiones.

Sin Miedo (H.S) 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora