Tarareando calladamente mientras hojeaba folletos de las selvas de América Central que su agente de viajes le había dado, Brynda sonrió cuando encontró el hotel perfecto para permanecer durante sus vacaciones de dos semanas de la biblioteca. El hotel tenía una temática de la selva, cada apartamento individual hecho para parecerse a una pequeña choza. Perfecto.
Después de ver al médico el viernes pasado y habiéndole confirmado lo peor, había decidido gastar su último mes de vida viviéndolo a tope. No tenía intención de dejar su trabajo, ella era del tipo fiable y seguro, pero eso no decía que un pequeño respiro del vivir día a día no fuera correcto.
Lo primero era lo primero, quería explorar la jungla antes de morir. Bien, concedió, no era tanto la selva lo que había llamado su atención como el deseo de ver y experimentar una cultura y un hábitat muy diferente al suyo propio.
Indios nativos. Animales depredadores. Ruinas mayas. Bichos grandes...
Perfecto, sonrió.
El latido de su corazón se aceleró cuando llegó a la parte del folleto que listaba las fechas de varias expediciones de visitas guiada de este año. Advirtió inmediatamente que la siguiente visita planificada en las selvas de Belice y Guatemala comenzaría dentro de tres días.
Los precios de último minuto estarían por las nubes, consideró mientras mordisqueaba su labio inferior. Probablemente podría conseguirlo, pero dos semanas de permanencia en la selva le costaría la mitad de sus ahorros. Dudó.
Las vacaciones serían divertidas, admitió, pero ella no era realmente del tipo que derrochaba dinero como si creciera en los árboles. Era una mujer sensata. Una mujer práctica...
Una mujer agonizante.
Su mirada se movió rápidamente hacia la mesa de centro donde los resultados de las pruebas habían estado colocados desde que al azar los había lanzado allí durante la noche del viernes. Respiró hondo mientras enderezaba los hombros.
Es hora de soltarse y vivir un poco, Brynda, se amonestó. Ningún Temor.
Determinada a sacar una nueva oportunidad a la vida, cogió el teléfono y llamó a su agente de viajes.
Concentrándose atentamente, Brynda bizqueó los ojos y se dijo entre dientes mientras estudiaba le libro de traducción del inglés al español que había comprado para llevárselo durante las vacaciones. Sentada en su escritorio en la biblioteca, repasaba las frases que pensaba que era probable que usara.
—Excúseme señor —dijo con acento sureño—. ¿Por dónde está el servicio de damas?
—Sonrió cortésmente mientras fingía que un nativo hablante español había contestado a su pregunta—. Gracias —contestó—. Muchas, muchas gracias. —Ella frunció el entrecejo—. Quizás un "Muchas" bastará. —murmuró.
—¡Oh, Dios, Júnior... oh Dios mío... sí!
Brynda levantó la cabeza. Su mirada voló al Pasillo K7 donde estaba una pareja cuarentona. Localizada en algún lugar entre el último romance en rústica de Krentz y la nueva novela de terror de King, la pareja Texana estaba aparentemente más interesada en animar su vida sexual que en el sistema métrico decimal de Dewey. Los pantalones del hombre estaban bajos hasta las rodillas mientras empujaba por detrás repetidas veces a su compañera. El vestido veraniego estaba desabrochado completamente de arriba abajo, mostrando todo lo que había para ver de su cuerpo.
—Mierda bendita —dijo Brynda entre dientes mientras dejaba distraídamente el libro
de consulta inglés-español—. ¡Mierda santa!
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Sin Miedo (H.S) 5
Ficção CientíficaEl siguiente material incluye contenido sexual gráfico para lectores adultos. Esta historia ha sido calificada como una obra de contenido E por un mínimo de tres críticos independientes. Ellora's Cave Publishing ofrece tres niveles de lectura Romant...