Estudio.

1.1K 125 34
                                    

Andar con él a través del blanco e impoluto museo fue como si todos y cada uno de mis sueños se hubiesen hecho realidad de golpe. Me sentía como si estuviese flotando. Como si, realmente, eso no me estuviese pasando a mí, como si nos estuviese viendo desde fuera.

No hablamos demasiado. Simplemente nos permitimos a nosotros mismos estar en silencio mientras que nuestros cuerpos se empapaban con todo el arte que nos rodeaba en esos instantes.

Fuimos juntos todo el rato. Codo a codo. Alma con alma. Nos mirábamos en ocasiones. Estaba claro que ninguno de los dos quería separarse del otro.

Él me proporcionaba seguridad. La constante afirmación de que iba a explicarme cualquier cosa que no entendiese, que iba a estar ahí para mí como ya lo había estado a pesar de que casi ni nos conocíamos.

— Esta es mi obra favorita — mencionó cuando llegamos a una parte del museo dedicada a pinturas abstractas.

Sonó casi tímido, como si le costase confesarme ese pequeño detalle sobre él. Como si fuese realmente la primera vez que se atrevía a abrirse de aquella forma delante de alguien.

A mí jamás me había gustado lo abstracto. Era demasiado subjetivo, demasiado dependiente de la percepción de cada persona. Yo siempre había anhelado las cosas directas, aquellas que podías interpretar a simple vista.

Pero Álvaro era la persona más abstracta que había conocido jamás, y, aún así, no pude evitar darme cuenta de que él sí que me gustaba. Me gustaba demasiado a pesar de lo duramente que estaba luchando para que dejase de hacerlo.

— Nunca he entendido el arte abstracto — confesé, mirando el cuadro fijamente tratando de sacar conclusiones ante lo que tenía ante mis ojos.

Él se rió suavemente.

— La clave está en no buscar nada. Simplemente míralo. Analízalo. ¿Qué quieres que sea? Piensa en algo e intenta hacer que coincida con lo que ves — explicó.

Podría haberme puesto a llorar allí mismo con sus palabras. Las decía de una forma tan intensa y tan delicada que me dejaba sin respiración.

Necesitaba que me abrazase en esos momentos. No sé si tenía que ser él, pero necesitaba que alguien me abrazase. Y, a pesar de que no fui capaz de ver nada en ese cuadro, sentí algo. Lo sentí todo. Lo viví todo. Y así es como debe ser el arte. Desgarrador. Sentimental. Emocional. 

Él lo notó. Porque siempre lo notaba absolutamente todo cuando se trataba de mí.

Supe que lo hizo cuando suavemente colocó un mechón de pelo detrás de mi oreja, tratando de captar mi atención. Le miré, con los ojos casi llorosos, tratando de buscar una expresión que me reconfortase. Que me arreglase. Que me sanase. Y, de hecho, lo hice. Me estaba sonriendo de una forma tan tierna que sentí que ya nunca más podría apartar mi mirada de él. Que ya nunca más sería capaz de separarme de su lado.

— Así es como me hace sentir a mí también — admitió asintiendo con la cabeza y con una mirada de algo así como nostalgia en su rostro.

¿Cómo le decía que el cuadro no era la única razón por la que me estaba sintiendo de aquella manera?

¿Cómo le explicaba que sus palabras eran capaces de hacerme llorar en cualquier momento de mi vida?

daddy issuesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora