Explorar Madrid a fondo.

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Pasó un tiempo hasta que volví a saber algo más acerca de Álvaro.

Afortunadamente, mi padre logró salir del hospital después de unos cuantos días y comenzó un período de recuperación en casa.

Por un momento tuve la esperanza de que eso le cambiaría, que el accidente le abriría los ojos y comenzaría a ser una persona completamente diferente cuando se trataba de nosotras.

Pero no, no fue así. Mi padre seguía siendo el mismo fantasma de siempre, el mismo espectro que se paseaba por todas las habitaciones de la casa dejando un rastro tan inestable como el simple olor de su colonia.

La siguiente vez que tuve a Álvaro a mi lado casi no le quería ni ver. Porque sí, había tenido la audacia de presentarse en mi casa a petición de mi madre para celebrar que mi padre se había casi recuperado.

Estaba sentado a mi lado, codo con codo; mientras teníamos a mis padres enfrente sin siquiera pronunciar palabra alguna. Mi madre sonreía, miraba a su compañero de trabajo hasta que se cansaba, hablaba con tono envolvente; pero eso no era suficiente para hacer que Álvaro quitase su mano izquierda de mi muslo derecho. A pesar de que la última vez que había hablado con él me había marchado de su estudio a punto de llorar, tampoco estaba de humor como para estar apartando su mano de mi pierna a cada rato.

La dejé ahí, inerte casi, viendo como fluía la conversación y mi padre se dedicaba a contestar con simples monosílabos.

Hubo un momento en el que ya no lo aguanté más, en el que todo el calor y el eco del rencor se estaban haciendo paso a través de mi esófago, casi impidiéndome respirar. Y fue entonces cuando me levanté, acaricié su mano entre mis dedos y la dejé caer entre el hueco que separaba las dos sillas.

—Voy al baño, ahora vengo —murmuré, no sin antes dedicarle una mirada toda llena de confusión al hombre por el que yo dejaría todo pero que no era capaz ni siquiera de divorciarse de su mujer.

Álvaro asintió con la cabeza y se recolocó las gafas, posando sus ojos en el centro de la mesa sin ser capaz de mirar hacia cualquier otro lugar. El ambiente estaba tenso; pero no solo por mí y mi actitud pasiva que había decidido mostrar, sino también por el hecho de que mi padre seguía sin poner de su parte y lo único que había hecho en toda la noche había sido estar pendiente del móvil y responder a las preguntas de Álvaro por pura educación.

Cuando llegué al baño del pasillo apoyé ambas manos a cada lado del lavabo, mirándome fijamente en el espejo mientras apenas podía creerme que esa cena realmente estuviese sucediendo y que yo la viese como algo normal. Porque no, no lo era. Estaba cenando con el hombre del que sentía que nunca podría separarme, mientras mi padre nos miraba fijamente y mi madre no dejaba de suspirar por Álvaro... todo al mismo tiempo de mi inmenso enfado de la última vez.

No podía soportarlo. No podía volver a ese salón. Regresaría para disculparme y diría que estaba cansada para así poder huir a mi habitación y no tener que ver ninguna de sus caras en el resto de la noche.

Suspiré antes de abrir la puerta. Estaba bien; nadie sospecharía nada. En mí era bastante normal estar agotada un viernes por la noche después de toda una semana de estudio y dedicación a la carrera.

Puse mi mano en el pomo y empujé con la intención de salir, pero un cuerpo alto y bastante familiar cuando se trataba de mí me impidió que continuase con mi camino. Automáticamente dirigí mi mirada al suelo, incapaz de mantenerle la mirada o mirar esos labios que tanto me apetecía probar siempre. Y su olor, Dios, su olor. Esa colonia se quedaría en mis fosas nasales el resto de mi vida.

Mi primer reflejo fue cerrar la puerta de nuevo, incapaz de aceptar la posibilidad de estar en un espacio tan pequeño como lo era mi baño, pero el pie de Álvaro me lo impidió; dejando la puerta absolutamente abierta de par en par de nuevo.

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⏰ Última actualización: Mar 16, 2021 ⏰

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