Vestido rojo y Martini.

1.2K 103 3
                                    

Pasaron tantas semanas que realmente llegó un momento en el que me dio miedo aceptar que no me iba a avisar.

Creí que me afectaría demasiado. Que me haría sentir tan invisible como siempre. Pero, me pasaron tantas cosas a lo largo de esas semanas que ni siquiera tuve tiempo suficiente como para pensar en eso.

Pero, no. No me olvidé de él. Ni de él ni de su arte.

Mi madre se fue de casa por dos semanas. Estuvo de viaje en Bali con sus amigas de la infancia. Cuando ella no estaba por más de dos días era cuando yo lo pasaba peor. Mi casa se convertía en el sitio más solitario del mundo. Y, era horrible, porque podía ver a mi padre, pero no podía sentirle.

Siempre había tenido miedo de que algún día ella no volviese. De que se cansase del silencio y se fuese a algún lugar donde pudiese ser completamente feliz de una vez por todas. Pero mi madre siempre volvía.

Y no podía estar más agradecida por ello.

Por eso, cuando la vi entrar por la puerta de casa dos días antes de lo previsto y más bronceada que nunca no pude evitar soltar un suspiro de alivio al saber que no iba a quedarme yo sola entre toda esa oscuridad.

Estábamos en la mesa de la cocina, mi padre y yo, sentados mientras que nos tomábamos un café. Él estaba sumergido en su ordenador, mirando algo que seguramente era muchísimo más importante que hablar con su propia hija por una sola vez.

Ni siquiera la miró.

No torció la cabeza ni para ver a su mujer después de dos semanas. Le dábamos igual. Sí, seguramente nos quería y nos tenía cariño, pero no le importábamos lo más mínimo.

Yo me levanté y le abracé, con una sonrisa que seguramente me ocupaba toda la cara.

— ¿Qué tal todo? — pregunté emocionada.

Me devolvió la sonrisa con la misma intensidad.

— Genial. Ha sido increíble, el mejor viaje de mi vida.

Me vino un sentimiento parecido al agobio porque, aunque ya lo supiese, me daba pena que el mejor viaje de su vida no hubiera sido con nosotros, con su familia.

— Me alegro muchísimo, mami. Pero, ¿cómo es que has vuelto dos días antes de lo que pensabas?

Su expresión lo dijo todo por ella.

Trabajo.

Ese odioso trabajo que consumía una parte enorme de su vida.

— Me vas a odiar por no habértelo preguntado antes — murmuró frunciendo el ceño.

Comencé a temerme lo peor, pero a la vez me convencí a mí misma de que no podía ser tan grave si todavía no me lo había dicho.

— A ver... dime.

Odiaba como mi padre era totalmente invisible en esa conversación. Odiaba como ni siquiera se había levantado para darle aunque fuese un abrazo. Odiaba su comportamiento cuando se trataba de nosotras, me ponía enferma.

— Mañana tengo un evento con la empresa, una cena benéfica.

Fruncí el ceño y me encogí de hombros extrañada.

daddy issuesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora