Laboratorio

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Para el azabache hoy había sido un día complicado. Tras escuchar la conversación de sus padres se dirigió a su cuarto a estudiar. Realmente no creía que sus padres fuesen tan crueles como para denunciarlo o entregarlo a la policía. Después de todo ellos siempre han tratado muy bien a Mikaela, si no se hubieran enterado de ese detalle (Que era un vampiro), seguirían comportándose cordialmente. Si hasta Shinya los shippeaba. Y en el fondo esperaba que continuara haciéndolo, aunque nunca lo admitiría.

Aun así, le preocupaba la reacción de Guren. Yuu era consciente de que Shinya no haría nada en contra de Mika a no ser que fuese necesario, pero su otro padre era distinto. A él nunca le había agradado Mikaela y estaba seguro de que él sí sería capaz hacerle daño con tal de que no hiriera a Yuu. O quizás se estaba preocupando de más y sólo no le dejarían quedar con el rubio y ya.


Yuu se quedó de piedra al ver como metían a Mika en la furgoneta. El rubio estaba amordazado y esposado retorciéndose para intentar liberarse del agarre.
Continuaba su sesión de estudio hasta que vio por la ventana que tenía frente al escritorio la furgoneta de la policía donde introducían al vampiro a la fuerza. El azabache no tuvo tiempo de reaccionar porque ya era demasiado tarde, cuando quiso darse cuenta la furgoneta ya había arrancado llevándose a Mika de su lado.

Bajó de inmediato a ver a sus padres en el sofá tan tranquilos. 

-¡¿Se puede saber qué habéis hecho?!- Los padres del joven se asustaron al ver la rapidez con la que bajaba las escaleras y se encaró gritándoles.

-Yuu, ¿Qué pasa? No grites.- La voz tranquilizante de Shinya hizo presencia.

-Vosotros habéis llamado a la policía ¿Verdad?

Guren y Shinya le miraron con extrañeza. ¿Yuu había escuchado la conversación que tuvieron hace un rato? Aunque de todas formas ellos no llamaron a nadie y Guren no dudó en defenderse de las acusaciones de su hijo.

-No, aquí nadie ha llamado a nada. ¿Por qué? ¿Ha pasado algo?- Preguntó con intriga.

Pero Yuu no contestó, sólo fue a coger el teléfono para comprobar el registro de llamadas. También le pidió a sus padres sus teléfonos particulares. Nada. Sólo había llamadas del trabajo, a sus abuelos y otras tonterías. Los padres del joven se veían preocupados, al parecer su hijo no se fiaba de ellos. Yuu no dio explicaciones de su comportamiento, sólo subió a su cuarto a llorar y preguntarse si Mika estaría bien. 

Pero obviamente no se quedaría en su casa llorando todo el día, debía idear un plan. Era muy poco probable que dejaran libre a Mikaela, puesto que no costaba mucho darse cuenta de su condición. Yuu era un hombre de acción, dispuesto a proteger a su familia a costa de todo, y al vampiro ya le consideraba familia.

El ambiente era frío, vacío. Una espaciosa habitación blanca con muchas máquinas y aparatos científicos. Al fondo de la sala había un pequeño cuarto cuya pared era un cristal, pero ahí no se encontraba Mikaela, él estaba en una silla cercana a las máquinas. 

Se escuchaban gemidos, no eran exactamente de placer, sino de dolor. Mikaela se encontraba atado a una silla metálica, no podía mover ni brazos ni piernas. Las cadenas estaban tan apretadas que dolía mover las extremidades. Le pincharon una droga extraña que hizo que su cuerpo picara y doliera, y no podía hacer nada para impedirlo.
Por lo que le había dicho el señor Kureto, era para paralizar su cuerpo y así poder estudiarlo con mayor facilidad.

—Bueno, por lo que veo aquí, está claro que no eres humano. Y si lo eres tienes una deformación en las orejas que no había visto antes.— Dijo mientras levantaba los mechones de pelo rubio. La droga le estaba haciendo efecto, no podía moverse, no podía impedir que ese estúpido médico le examinara.

Encerrado. {MikaYuu}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora