Día 39

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*Ian Wellding en multimedia*

Venus:

—¿No vas a abrazarme, cariño?.—Inquiere Ian confundido.

Parpadeo y él se me acerca con una sonrisa, me rodea con los brazos y luego de un fuerte apretón se separa para entregarme el ramo de rosas, aún sigo procesando todo hasta que siento como apoya el ramo sobre mi brazo, una sonrisa débil se me escapa y recibo su ramo.

Ian coloca un mechón salido detrás de mi oreja.

—¿Cómo es que...?

—Cady.

¿Cady?

—Le pedí que me diera la dirección a donde envió el vestido.

—Y te lo dio.

—Claro, vio lo preocupado que estaba y tú ya no me respondías el móvil.

—Si... no hay muy buena señal aquí.

—Tenía que encontrar una forma de venir a verte.

—¿Y el trabajo?

El sonríe. —Nuestro matrimonio se acerca, Venus.

He sido tan descuidada.

—Si tu no ibas tenía que venir yo ¿No? No puedo hacerlo todo yo solo.

—Lo lamente.

—No te preocupes, ya esta hecho. —Suspira y se queda observando la casa de mis padres.

No adivino su expresión y la verdad es que ni me importa ya lo que piense, quizás antes hubiera sido preocupante para mí, pero ahora solo me tiene sin importancia.

Son mis padres, no tengo nada de qué avergonzarme.

—¿Qué más te dijo?

Los ojos de Ian vuelven a mí.

—¿Cielo?

—Cady...

Si hablo de más, no está en ningún derecho, soy yo quien debí decírselo.

—Nada... —Frunce el ceño. —¿Había algo más que debió decirme?

Cierro los ojos y niego. —No. —Abro mis ojos. —Lo siento, esto es inesperado.

Le doy la espalda y camino hacia el comedor, hay espacio en un jarrón que ya contiene rosas y coloco las mías ahí también.

—No esperaba que vinieras. —Respondo y lo miro. —Así sin avisar.

Ian me observa con molestia.

—¿Por qué presiento que no me quieres aquí?

Mis labios se separan, quiero hablar, pero me siento cansada, incluso él me toma del brazo para ver si estoy bien.

—Venus...

—Estoy bien. —Lo tranquilizo. —Se me ha bajado la presión.

Con solo saber lo que vendrá después de esto.

Ni siquiera puedo mantenerme en pie.

—Tal vez deberías recostarte.

—Estoy bien.

—Cariño...

Escucho la voz de Raquel a mis espaldas.

—¿Venus... todo está bien?

—S..

—No, no lo es. —Responde Ian por mí y observa a mi hermana preocupada. —¿Puedes indicarme cuál es su habitación?

Raquel lo hace y Ian me carga en sus brazos hasta mi habitación, todo el tiempo observo el rostro del hombre maravilloso que está aquí y mi mirada no se aparta ni cuando me acuesta sobre la cama y me cubre con las sabanas.

—Lo lamento.

—Ian.

—Es claro que mi presencia a complicado tu salud.

—No es eso, han sido muchas cosas.

Me toma de la mano y medio intenta sonreír, se me queda viendo largo rato.

—¿Puedo acostarme a tu lado?

Mi fuerza en el apretón se debilita, no le digo un sí, no respondo, pero el toma mi expresión como un y se acomoda detrás de mi rodeándome la cintura con un brazo.

—Te eche de menos, Vee.

Desearía decir lo mismo.

Desearía decir que lo eche de menos al menos una vez, pero serian solo mentiras.

Una mentira tras otra.

60 DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora