Día 43

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Venus:

Estoy por ingresar a la casa cuando regresamos, pero Ian tira de mi brazo recordándome que aún es temprano y hay más lugares a los que podemos visitar y ..

También eso..

—¿Ahora?

—Si.—Responde.—Aun no anochece, podemos montar los caballos.

El corazón me late con fuerza.

—No creo que...—Me detengo.—Ya deben estar descansando.

—No perdemos nada con ir.—Me interrumpe tirando de mi mano.—¿Querías que pasáramos más tiempo junto, no?

Ahora hubiera deseado no haber dicho eso.

Antes de poner mi mente junto a mis pies que ya se encuentran pisando la tierra del establo, ya estamos ingresando a él, incomodo es como se vuelve el ambiente al descubrir que Wade está ahí.

—¡Hey! ¡Amigo!

¿Amigo?

Ian se acerca a hablarle y seguramente a preguntar si podemos tomar dos de los caballos, la mirada de Wade cambia por completo al entender la situación.

Quisiera estar en otro lado.

Wade mantiene su postura y saca un caballo más para Wade y a mí me entrega a Arizona, me acerco a la yegua y cojo la rienda para subirme, Wade se me acerca, nuestras miradas se quedan fijas, peor ninguno emite un sonido, es suficiente mirarnos para los dos, incluso el gana esa batalla cuando siento que no puedo mantener la mirada en él, sin embargo no la bajo por completo porque siento sus dedos tocarme la cintura.

Está a punto de ayudarme a subir cuando Ian interrumpe, sus dedos me sueltan y un frio me hiela esa zona.

—Hey, creo que yo puedo ayudarla.

Wade retrocede.—No hay problema, amigo.

Trago saliva.

Ian me levanta colocando las manos en la misma posición de Wade, me impulsa y subo a la yegua, enseguida corre hacia su caballo y lo hace andar, ni sabía que montaba muy bien.

Arizona se queda quieta.

Bendita yegua traicionera.

—Arizona...

No da ni un paso como si lo hiciera a propósito, Wade al darse cuenta, se acerca y todo el tiempo dentro del establo entre los dos no dura mucho, el acaricia a mi yegua.

—Con cuidado., Arizona.—Pronuncia y pasa la mirada de ella a mi.—Tu también.

Trago saliva.—Gracias.

No hay más palabras entre nosotros, Wade le da una pequeña palmada y la yegua comienza avanzar detrás de Ian.















(*)













Ian y yo regresamos después de una media hora de paseo por el campo, en el camino había un charco grande y me acerque para que Arizona bebiera un poco de agua, Ian hizo lo mismo y lo mire con una sonrisa hasta que esta se perdió al mirar el establo, pase la mirada de Ian a ese lugar hasta que tome mi decisión y aunque me doliera admitirlo, quería adelantarme, ingrese y efectivamente estaba ahí, Wade se acercó a mí y tiro del cuero de la rienda hacia adentro.

—¿Cómo salió el paseo?.—Pregunta al detenerse junto a uno de los cuartos de la caballeriza, justo donde descansa Arizona.

—Estuvo bien, gracias.

A hablarnos a palabras cortas se ha reducido nuestra relación.

Wade alza las manos y mis ojos se abren.

—No te lo pienses, Melocotón...

Melocotón...

Acepto su ayuda, las manos de Wade me rodean la cintura y en poco tiempo mis pies tocan el suelo.

Apoyo las manos sobre sus brazos.—Gracias.

intento soltarme, pero su agarre hace fuerza y no me deja ir, mi pecho choca contra su torso y nuestras miradas quedan cerca, el corazón está a punto de estallarme.

—Ambos sabemos porque te has adelantado.

En otro momento le hubiera respondido, pero por más presumido que suene sus palabras, son totalmente ciertas.

Acerca su rostro más al mío y siento su refrescante aliento, Wade respira sintiendo mi aroma y cierra los ojos.

Aprieto su brazo.

Lo deseo, aquí ahora.

Sin importar el enojo, eso es lo que siento.

Wade roza nuestros labios y los míos se separan.

—Wade... no..

Por más que digo que no mi voz suena todo lo contrario.

—Déjame besarte.—Me pide, su voz suena ronca y sexy.—Al menos una última vez, necesito sentir tus labios.

Me rindo, pero el beso no llega, oyemos el sonido de las pisadas del caballo y el me suelta despacio hasta alejarse de mí, el corazón me late y nuestro único lenguaje es mirarnos mientras Ian se acerca.

Ian baja del caballo y se lo entrega a Wade.

—Gracias.—Le dice y se acerca a mí, me ve pálida y lleva su mano detrás de mi oreja.—¿Todo bien?

—Todo bien.—Miento.

60 DíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora