3.2

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El aire me empuja.

Tú niño me inclinas.

Tú niña me miras y me envuelven tus risas.

Me bailas,

me incitas,

me gritas,

me chillas...

y yo cada día te miro,

te observo,

te mando mi aliento,

te ofrezco más ramas para tu efímero juego

y crezco,

y me elevo,

y crezco,

y te enseño que solo el denuedo

y el austero esfuerzo

obtienen su premio.

El árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora