8.3

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Hoy amanece como todos los días,

luce el sol en un firmamento infinito

y como todos los días te saludo... moribundo,

agonizante entre la sequedad de mi inerte ataúd.

Buenos días día, buenos días sol...

Exclamo apagado y gastado,

sumido en la desdicha que riega mi existir.

Los rayos que envías a alegrar mi mañana

queman más que nunca,

queman más y más, y más secas mi alma.

Queman tanto que ardo, en llama perpetua.

Queman tanto que mis hojas

ya no se pueden secar,

ya no puedo retenerlas y las debo ver marchar.

Caen sobre mi seco lecho,

lecho de seca hojarasca,

seca, muy seca, tan seca,

que crepita cuando cae

y se posa sobre el manto de las hojas

que acababan de caer.

Y se funden entre ramas y secas hierbas,

entre cristalinos vidrios de esa fiesta,

entre papeles de colillas que dejaste,

entre esos pañuelos que enjugaron tus risas

y que empapelan mis penas.

Y tus rayos sol, queman,

siguen quemando y queman más.

Hoy es el día y lo sé porque mi vida se rinde,

el calor de la hoguera de anoche humea ante mí,

sigue humeando

...

sigue humeando mientras tus rayos sol,

me siguen quemando,

siguen quemando.

¡Siguen quemando!

Y en un segundo

...

En un segundo de tiempo eterno

que no existe, pero es,

una luz

...

una llama entre ese cristalino espejo de alegrías

y el papel de ayer es fuego entre mis ramas.

El árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora