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Hasta mañana Eren.

El castaño le sonrió a su compañera, ella era la que más amable había sido al enseñarle los primeros días en los que había comenzado su trabajo todo lo que debía hacer. Ahora, ya no tenía problemas con su computadora, al sacar fotocopias, ni en atender el teléfono.

Hasta mañana Nifa.

Salió disparado de su cubículo con su abrigo a medio poner, apresurado y observando el reloj de muñeca que llevaba. Llamó al ascensor y su nerviosismo salió a relucir cuando pasaba su peso de una pierna a la otra y apenas las puertas se abrieron, se adentró terminando de abrigarse.

Salió a la recepción sin saludar a las personas que se estaban retirando y antes de comenzar a caminar hacia su bicicleta que la había encadenado a un árbol para que no se la robaran, ajustó su bufanda y arregló el gorro de lana que se había puesto.
Esa noche era demasiado fría y había comenzado a nevar, por lo que Eren siempre buscaba la manera de mantenerse caliente como su madre le dijo que lo hiciera.
Pedaleando con fuerza y solo deteniéndose en los semáforos, Eren terminó llegando a su hogar. Sí, sus padres le habían comprado un pequeño departamento a unas pocas calles de distancia de lo que había sido su casa anterior, ahora, Eren se ocupaba de mantener su propia vida alejado de ellos. Pronto los visitaría, ya que faltaba muy poco para que sea domingo, Carla le había pedido que fuera a comer con ellos ese día en particular.

La puerta de su departamento fue abierta con demasiada fuerza, y Eren encendió las luces antes de entrar con su bicicleta y cerrar después de acomodarla en la entrada. Touma había salido a recibirlo, y el castaño se tomó su tiempo antes de quitarse su abrigo para acariciar su suave pelaje.
Ahora tenía un gato que había encontrado en la puerta de su edificio, siempre le habían gustado los animales y por más que su madre le había asegurado que no podría cuidarlo, él se encargó de hacerlo muy bien.

Lo sé, hambre, tienes hambre.

Se quitó el gorro, la bufanda y demás y lo dejó todo muy bien colgado en el perchero que tenía al lado de su bicicleta. Encendiendo el resto de las luces se dirigió a la cocina y buscó la comida para Touma que había comprado el día anterior. Poniéndole una buena cantidad en su platito azul y dejándoselo al lado del que contenía agua.
Luego, buscó dentro de su refrigerador el tupper que había dejado esa mañana con las sobras de lo que había almorzado, y llevó todo lo necesario a la mesita ratona que tenía delante del sillón de la sala.
A su lado, se encontraba el teléfono que sonaría en diez minutos. Sí diez, porque pronto serían las nueve y media de la noche y lo llamarían.

Sin embargo cuando estaba calmando su hambre, el teléfono de la sala lo exhasperó. Cinco minutos antes.

¿Hola?

Hola bebé, llamaba para saber si vendrías el domingo, tu padre está preparando algo muy especial para...

Sí, Eren va. Mamá...

¡Oh! Eso es genial, no nos has llamado y visitado en semanas, la verdad es que quiero verte y saber cómo estás... He pasado por tu casa pero la última vez, no estabas...

Mamá—. Eren observaba el reloj de su muñeca mientras mordía su labio inferior y sus manos se cerraban y se abrían intermitentemente —Eren va. Ahora va a colgar.

Eren, no, no cuelgues. Hablemos un poco por favor, sabes... estoy preocupada por tí cariño.

No pasa nada. Ahora solo dos minutos, Eren cuelga.

¿Aún sigues esperando el teléfono?

Eren miró nuevamente el reloj y suspiró.

Es tarde, si llama y estás hablando Eren no sabrá.

Eren, no puedes seguir esperando a que te llame, eso no es bueno para tí, debes...

Un minuto.

Eren, han pasado seis años ya. Levi no te ha llamado en todo este tiempo, debes hacer otras cosas.

Él dijo "llamo a Eren, viernes nueve y media a la noche", Eren espera, Levi va a llamar.

Eren...

Eren cuelga, adiós mamá, domingo va.

Y antes de que su madre pudiese decir algo más, Eren colgó y se acomodó en el sillón para esperar la llamada próxima.

En lo que restó de la hora que le siguió, el castaño se mantuvo estático como todas las semanas, meses y años anteriores. Levi siempre cumplía las promesas, así que él esperaría por ello.
Dieron las once, cuando su sonrisa decayó, la comida se había enfriado y Touma se había ido a la cama sin él. El departamento estaba demasiado silencioso y solo podía oírse su respiración tranquila.

Sentía que pronto iba a echarse a llorar, pero se dijo que no debía hacerlo, tal vez Levi había tenido un problema y no pudo llamarlo. Claro, su madre no lo entendía, ella creía que el más bajo siempre podía llamar, pero no era así, no lo había sido desde hace seis años.

Estaba a punto de retirarse de la sala, cuando el teléfono volvió a sonar. Once y media.

¿Hola?— un silencio se instaló en la línea y el castaño sonrió al saber que la promesa la había cumplido —¿Levi?

Hola, Eren.

Dulce (Riren) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora