Capítulo 22.

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GIANNA.

Intento moverme pero no puedo, algo me está aplastando la mitad del cuerpo.

Abro los ojos y Aaron está dormido boca abajo, aplastandome con su brazo y su pierna. Puedo sentir su respiración cerca de mi cuello, volteo mi rostro y a duras penas puedo verlo dormir, se ve tan tranquilo. Sus rasgos faciales se le ven más suaves al igual que sus carnosos labios rosas. Tiene el cabello alborotado y le tapa cierta parte de la frente.

—Et penser que tout ce temps nous sommes d'accord—digo.

Intento moverme lo cual fue algo muy inútil.

—Dieu! Comment pouvez-vous peser autant?— digo.

Te ves tan graciosa intentando zafarte de mi. Aunque no se que dijiste—dice el con una sonrisa pero sigue con los ojos cerrados. Yo me sobresalto porque no pensé que estaba despierto.

—Buenos días, dormilón. Y es francés—.

—Buenos días, pequeña. ¿Descansaste, como te sientes?—abre los ojos pero sigue sin moverse—No sabía que hablabas francés—.

—Mi apellido es Frances. Y tengo sed pero del resto me siento bien—digo y a mi mente llegan los recuerdos de anoche cuando llegue aquí con Aaron y me fui en vomito. Mis mejillas arden en vergüenza.

—Que bueno.... Que estés... Bien—dice Aaron estirándose.

Veo la hora en mi celular. Son las 10:09am.

—¡AARON!—digo saltando fuera de la cama.

—¿Que sucede?—abre sus ojos como platos y se posa sobre sus codos, su cabello es un desastre.

—¡Mis padres! ¡Liam! ¡Te van a ver! Muévete, puedes irte por la ventana—le digo y me asomo por la ventana para ver la distancia hasta el suelo. Lo único que puedo escuchar es una carcajada a todo pulmón de parte de él.

—¿Que te parece tan gracioso?—le digo y coloco mis brazos en la cadera en posición de jarra.

—Gianna, no te preocupes. Tus papás se fueron de viaje, yo te dije ayer, ¿no recuerdas?—siento un alivio de inmediato en el pecho.

—Cierto, se me había olvidado—le digo. Cierro mis ojos y recojo mi cabello en una rueda alta, algunos mechones cortos se sueltan y quedan al aire libre.

—Veamos que hacemos de desayuno, ¿que te parece?—me pregunta Aaron, no me di cuenta en que momento se levantó de la cama. Me extiende una mano y yo la tomo y caminamos escaleras abajo hacia la cocina.

Luego de una hora, que claro no faltaron risas, bromas, preguntas entre otras cosas, ya teníamos dos torres de waffles con miel.

El celular de Aaron suena y su rostro cambia, se aleja de mi y atiende la llamada.

Luego de 5 minutos vuelve y no se ve contento.

—¿Estas bien? ¿que sucede?—le pregunto con preocupación.

—Tengo que irme. Todo está bien, no te preocupes, ¿si?—me abraza y respira profundo, me da un beso en la frente y luego agarra mis mejillas y me da un beso en los labios—Yo te escribo más tarde, te quiero, recuerda eso—.

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