*34*Timidez

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Caminaban uno junto al otro. Una incómoda distancia los separaba. La timidez ocupando, tensionando, calando duro en sus cuerpos.

Cada uno, nervioso por distintas razones.

Ming ansioso por tocar, besar, abrazar y apachurrar a esa pequeña cosita por la que se había vuelto un poco loco.

Wayo, asustado de sentir que esa felicidad que le explotaba en el pecho, no la mereciera.
Temeroso, también curioso, de todas las sensaciones que se habían despertado del beso con Ming.
Aterrado, de no ser suficiente para él. De no gustarle.
Miles de pensamientos lo bombardeaban.

El camino hacia la habitación del menor se hizo más largo de lo normal.

Abrió la puerta y entraron. Wayo primero.
Ming se apuró a cerrar, y lo abrazó por detrás.

El pequeño se paralizó.

- No huyas de mí- le susurró, casi rozando su oreja.

Le flaquearon las piernas, pero no sucumbió.
Con la voz temblando le respondió:

- Ming... no, no voy a huir. - Alejándose de su brazo, continuó.- Hablemos.

El mayor lo tomó del brazo y dijo:

- No hay mucho de que hablar. Tu me gustas, yo te gusto. Solo oficialicémoslo y listo. ¿Eh? ¿Qué dices?- tratando de sonar gracioso.

Wayo tomó sus manos, mirando sus ojos como pudo.
Aguantó solo dos segundos. Se escondió en su pecho, apretandoló con sus brazos.

- Ey, ¿ qué pasa? No tengas miedo bebé.

Ming presionó un beso en su cabeza. Luego en su frente, mejillas y, cuando sintió a Wayo temblar , tomó sus labios.
El respondió avidámente, encendido por una pasión que lo desbordaba y nublaba su razón.

Sus manos apretujando su espalda, su cabeza. Sus cuerpos hirviendo, sudando. Con la ropa incomodando.

Ming comenzó a desabrochar la camisa del menor, cuando un incesante tintineo lo sacó de su trance.

Mamá. Leyó en su teléfono.
Tomó distancia de Wayo, sin cortar el contacto y contesto la llamada.

- Ming te necesitamos urgente en casa- gritó la mujer del otro lado de la línea.
- ¿ Qué pasó?- preguntó preocupado.
- No puedo decirte por teléfono. Ven pronto, por favor.

Colgó, y notó que Wayo le sostenía la mano con su rostro enrojecido, y al mismo tiempo, inquieto.

- Bebé, tengo que ir a casa. No sé que paso, no me quiso decir.
- Sí, sí , vete rápido.
- Después continuaremos esto- dijo, acomodando un mechón rebelde tras su oreja.- Aún espero una respuesta. ¿Eh?...Apenas me enteré de algo, te llamó.

- Si, no te preocupes, ve.

Le dió tres breves besos y salió.

Wayo se sentó en la cama emocionado y, con una frustración que solo calmaría una buena ducha de agua fría.



En el Silencio De Nuestra AmistadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora