3 | Trato

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Alicia volvió a mirar la dirección en el  chat

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Alicia volvió a mirar la dirección en el chat. 

Ante ella había un café bellísimo, un poco escondido para quien no estaba mirando pero el olor era inconfundible. Apretó el asa del bolso negro y bajó las escaleras que llevaban a las primeras mesas, decoradas con manteles de color crema, el lugar no solo olía a café, también lo acompañaba la suavidad de los postres que podía ver en el mostrador y algo más que no lograba identificar.

Examinó cada una de las mesas, Jacobo estaba sentado en la mesa de la esquina con la mirada fija en el celular, con toda la vista hacia el parque de la Rebeca. Alicia tomó aire, se repitió varias veces que todo iba a salir muy bien, no importaba que quisiera a cambio, estaba segura de poder dárselo.

―¿Jacobo? ―preguntó, el nombre le salió en un titubeo.

El hombre frente a ella levantó la mirada, lo había visto varias veces en la universidad, interactuado con él y estaba segura que hasta bailado, pero verlo en persona luego de solo mirar su foto de perfil era diferente. Lo recordaba guapo, solo no tanto, no había esperado que los ojos marrones fueran tan penetrantes.

―¿Alicia? ―Se puso de pie―. Siéntate, tiempo sin verte.

Le hizo señas para que tomara asiento y llamó a uno de los meseros, se volvió a acomodar en su silla. Alicia sacó el portátil del bolso, lo dejó encima de la mesa con cuidado de no arrugar mucho el mantel y volvió a mirarlo.

Jacobo tenía el cabello negro en un afro corto, con los lados definidos, la piel marrón cubierta en tatuajes y una mandíbula definida, de haber sido otra situación... sacudió la cabeza, no podía permitirse otras cosas que no fuesen terminar el trabajo, luego podía entrar en cualquier juego que quisiera.

―Dijiste que tenías un trato ―Empezó, se inclinó hacia delante―. ¿Qué precio tiene tu ayuda?

Una sonrisa se extendió por su rostro, los ojos se le iluminaron con un brillo que solo podía describir como travieso.

―Necesito una cita para este sábado ―dijo.

Alicia no pudo evitar reírse.

―¿Perdona? ¡Pero si puedes conseguir a quien quieras!

Jacobo suspiró, abrió los labios para hablar pero fue interrumpido por el mesero que se acercó a pedir la orden.

―Un mocca, gracias ―pidió, le sonrió al joven.

―Un espresso doble ―Jacobo la miró―. ¿Un mocca?

―No juzgues.

Alicia se cruzó de brazos. Jacobo empezó a jugar con un palillo de madera.

―No puedo conseguir a quien quiera ―dijo, se llevó una mano a la sien―. Y les dije a mis padres que tenía a alguien, y tal vez ellos le dijeron a toda mi familia.

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