13 | Novena

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Alicia se miró en el espejo, por última vez ese día, llevaba el cabello recogido en una trenza, una camisa de tiras rojas que hacía juego con el jean gris y las botas negras

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Alicia se miró en el espejo, por última vez ese día, llevaba el cabello recogido en una trenza, una camisa de tiras rojas que hacía juego con el jean gris y las botas negras. Era un estilo más "de combate" como diría su madre, pero no se sentía con los ánimos para usar algo más bonito, de todas maneras era una salida de una hora o poco más.

Suspiró, los últimos días su cabeza se la había pasado en un estado de ansiedad muy frecuente y no estaba segura de que salir fuese lo correcto; pero a veces, simplemente lo era.

―No pasa nada, Alicia ―se dijo―. Solo finges que te sabes las oraciones y disfrutas de la comida disponible, nada más.

Pasó de nuevo el labial rojizo por los labios, era mate y le resecaba bastante los labios, pero por la forma en que hacía ver su rostro valía la pena.

―¡Jacobo ya llegó! ―El grito de su madre provino de la sala.

Escuchó la conversación casual entre sus padres y su supuesto novio, debía poner la mejor cara que tenía pues pretendía estar mucho mejor esos días que los anteriores, al menos ya no iba a pasar la noche con una cerveza en la mano... al menos no hasta más tarde.

Salió del baño, recogió el bolso pequeño negro que colgaría de su hombro por el resto de la noche, y tuvo que evitar morderse el labio al ver a Jacobo frente a ella. Alicia podía jurar que cada vez estaba mucho más guapo que la anterior, o era que su memoria no le hacía justicia.

―Te ves hermosa ―dijo, se acercó y depositó un beso en su mejilla―. ¿Lista?

―Lista.

―Toma casco ―Le pasó un casco negro―. Menos mal traje la moto, te verás espectacular.

Alicia se rió. Jacobo la tomó de la mano y se despidió de sus padres.

La noche estaba helada, la chaqueta de cuero negra no proveía mayor calor hasta después de un tiempo y estaba casi segura de que se la pasaría tiritando de frío durante un buen pedazo del viaje.

La motocicleta de Jacobo siempre la dejaba sin aire, era bellísima, de las que se veían en películas de Hollywood para los chicos malos. Se subió detrás de él, dejó a sus brazos rodearlo sin problema y se acercó más a él, olía delicioso, una colonia diferente a las que solía usar, más tenue.

Cerró los ojos gran parte del viaje, a sus pensamientos fatídicos los acompañaba el sonido de más autos pasando a su lado y la voz de Jacobo. Alicia no encontró manera de responder a cada cosa que decía, necesitaba reunir la mayor cantidad posible de fuerzas para enfrentarse a la familia de él y no fallecer en el intento.

―Llegamos ―dijo, al tiempo que se detenía―. ¿Estás bien?

Alicia se enderezó, se encontraba mejor, tenía que estarlo.

―Sí ―Formó una sonrisa a medias―. ¿Dónde estamos?

Jacobo le ayudó a quitarse el casco y organizó unos cuantos mechones detrás de sus orejas, tenía una sonrisa suave en el rostro y sus ojos mostraban algo parecido a la preocupación.

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