19 | No querer

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No habló, no al menos mientras Jacobo la sostenía con gentileza casi con temor a sacarle el aire de los pulmones

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No habló, no al menos mientras Jacobo la sostenía con gentileza casi con temor a sacarle el aire de los pulmones. O eso creía. Se dejó estar ahí, segura y con una extraña tranquilidad en el pecho, una que coexistía perfectamente con otros deseos más naturales.

Se sentaron en el sofá, con la vista a la ciudad de frente. Jacobo le acarició los brazos con suavidad, luego la espalda, sin dejar de mirarle el rostro o los labios. Había un aura de seducción en él, en sus movimientos y en la forma en que la miraba; pero al mismo tiempo Alicia solo era capaz de ver el cuidado con el que la trataba.

―¿Es algo en tu casa? ―preguntó, sin dejar de acariciarla.

―No ―susurró―. Creo que es algo más... banal que eso.

Jacobo sonrió, apoyó el rostro en una mano.

―Cuéntame, ¿qué cosas banales te pueden tener así?

Alicia tomó aire, luego le contaría que su situación la tenía mal, la incertidumbre y el sentirse incapaz de mantener algo "sin condiciones".

―Es sólo Karen ―dijo―, y Andrés.

―Escuché que están teniendo problemas.

―Tal parece, y es bastante ¿horrible? No sé si esa sea la palabra correcta.

―Es preocupante, pero no hay mucho que podamos hacer nosotros, ¿no crees?

Alicia pasó la lengua por sus labios, estaban resecos.

―Lo sé ―Alzó la mirada para el techo―. Pero ver eso me pone a pensar en mis propias relaciones. Románticas o no. Siento que descuide mi amistad con Karen, pero es complicado cuando ella está trabajando e intentando resolver sus problemas.

―¿Y lo hiciste? ―preguntó.

―No lo sé, definitivamente hablamos menos; pero no sé qué tanto sea por estar ocupadas.

―Las amistades adultas pueden ser difíciles ―dijo.

Alicia asintió. Definitivamente lo eran.

―También eso me pone a pensar ―Jacobo la miró con interés―. En la especie de limbo en la que está nuestra relación.

Jacobo entrecerró los ojos.

―¿Un limbo?

―Tu sabes, solo sexo y eso.

Por unos segundos pareció que los ojos de Jacobo se oscurecían.

―¿Solo soy tu juguete sexual? ―preguntó, apoyó una mano en su muslo y le dio un suave apretón―. Creí que me tenías al menos un poco de respeto.

Alicia apartó la mirada por un momento.

―Te tengo el suficiente ―dijo―, como para considerar nuestra relación un limbo.

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