7. ¿Es que había perdido un tornillo?

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Estaba nervioso, ansioso a más no poder

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Estaba nervioso, ansioso a más no poder. No era la primera vez que acudía a un evento de este calibre, pero jamás me acostumbraría a ser el centro de atención. Además, mis nervios tenían una motivación extra: nueva editorial. Tenía que conseguir quedar bien delante de las personas que habían confiado en mí, aquellas que me habían dado la mano cuando estaba a punto de caer por el barranco. No podía decepcionarlos, y el pavor que me daba quedarme en blanco sabía que, en el fondo, estaba desencadenado por ello.

Busqué el móvil en el bolsillo derecho de mi pantalón vaquero, casi únicamente para tener algo con lo que matar el tiempo y relajar la mente. Entre en el WhatsApp, pero solo dos mensajes captaron mi atención. El de Gema, en el que me deseaba mucha mierda con muchos emoticonos, lo cual me hizo reír. Le respondí con rapidez para pasar a la siguiente, con la que me recreé a gusto. Suspiré y relajé los hombros al entrar en su conversación.

«Los vas a dejar alucinados»

Sonreí. Solo él conseguía que, de un momento a otro, todos los nervios se desvanecieran de mí. Cómo no. Era el único que conseguía apartarme de toda realidad.

Le respondí con un emoticono del beso y el corazón, porque consideré que era lo más apropiado debido mis estúpidos nervios. No estaba totalmente seguro de conseguir escribir una sola palabra bien.

Justo en el instante en que pensaba devolver el móvil a su sitio de origen, escuché el pitido tan característico del WhatsApp, lo que me hizo reaccionar. Pensé que sería de Víctor, así que lo desbloqueé sin más y abrí la conversación sin fijarme en el remitente.

«Cómetelos a todos, y después celebra el éxito con una cerveza»

Sentí algo en mi interior, no sabría definir lo qué, cuando leí esas palabras. No necesité fijarme en el nombre de la persona que me había enviado ese mensaje —o más bien en su número, ya que llevaba un par de meses fuera de mi lista de contactos— para saber quién era. Antes de cada evento o de cada firma, me repetía lo mismo: «Eres grande, Héctor. Te los vas a meter a todos en el bolsillo. ¡Cómetelos y después lo celebramos!» Y, de ese modo, conseguía aplacar algo mis nervios de idiota. Pero eso era antes, ahora había conseguido el efecto contrario.

Cuando Lydia me comentó lo del evento en Madrid lo segundo en lo que pensé fue en Miguel —porque obviamente Gema y Elisa, y ahora mi actual futuro sobrinito, ocupan la primera posición siempre—, y en el temor que me daba verlo de nuevo.

No se lo dije a nadie, ni a Víctor, porque no quería que se montara algún tipo de película extraña en su cabeza. No habría motivos para ello. Mi único temor era que Miki me montara algún tipo de escenita, o tal vez verlo y recordar detalles que no me apetecía rememorar. Pero no, si había algo que tenía claro era que mi capítulo con Miguel estaba roto en añicos. No quería volver a saber nada de él.

Después de desgastar la pantalla de mi móvil observando el maldito mensaje, decidí ignorarlo. En efecto, lo dejé en visto y bloqueé el móvil. Sin darme cuenta comencé a buscarlo con la mirada. Si me había enviado ese mensaje era porque estaba al tanto del evento y, muy posiblemente, estuviera apreciando mis descontrolados nervios en primera plana. Pero, por suerte, no lo localicé, por lo que pude respirar con algo más de tranquilidad.

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