3. Piénsatelo con cariño

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Estaba ansioso

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Estaba ansioso. Mi mente no dejaba de dar vueltas, casi podría jurar que cualquiera de los presentes podría llegar a leer mis pensamientos como en un bocadillo, al más puro estilo de los cómics. Y realmente creí que era cierto cuando Diego posó su mirada en mí. No lo hizo como siempre, sino que sentí como me intentaba abrir en canal para conseguir saber qué era lo que me estaba preocupando.

Durante toda la cena con los chicos había estado ausente. Me sentía mal porque realmente había echado de menos el contacto humano con gente cuerda, y sabía que había desperdiciado la noche embutido en mis pensamientos como un idiota.

—¿Estás bien? —Me sobresalté al escuchar la voz de Víctor. Pegué un salto en el sitio, y de forma automática me llevé una mano al pecho. Comencé a regular mi respiración al sentir su mirada preocupada y sonreí.

—Pues claro —mentí—, divinamente.

Le sonreí intentando sonar convincente, y si lo logré no pude saberlo, pero pareció relajarse, así que me di por satisfecho. El resto de la noche trascurrió sin pena ni gloria. Laura y Dani se excusaron antes de los cafés, llevándose consigo a Irene y a Miguel Ángel, que habían dejado a la peque con los padres de ella, y los demás nos quedamos un rato más, charlando en un tono relajado.

Y no fue hasta que María alegó que mañana tocaba madrugar cuando todos decidimos que era el momento de retirarse. Intenté escabullirme para que mi primo no me localizara, ya que lo último que quería era hablar con él, aunque sabía que era una tontería ya que había quedado de acercarme él a casa y en algún momento me tendría que enfrentar a sus preguntas.

Víctor se giró hacia mí y pronunció algo en voz baja, pero mi mente estaba tan en colapso que no llegué a entenderlo. Supuse que me diría que iba a despedirse de Nadia, porque casi al momento lo vi abrazado a ella. Sonreí ante la imagen como un bobo.

—No deberías de pensártelo tanto —murmuró Diego, pasándome un brazo por encima de los hombros y haciéndome suspirar. Al parecer él sí que estaba pendiente de mí, tanto que mis escabullidas fueron en vano.

Llevaba toda la cena dándole vueltas a lo que me había comentado él horas antes. Me estaba sintiendo como un libro abierto. Suspiré, llevándome una mano a la cabeza.

—Te estoy cediendo mi plan, primito —me dijo entre risas—, te independizas, lo que viene siendo tener tu espacio para trabajar, para descansar o yo que sé, estar con Víctor, ¿me vas a decir que no te gustaría poder estar con él cuando te diera la gana? —Torcí los labios clavando la vista en mi novio, que se reía de algún chiste de Rocío—, y a su vez tienes a los titos a tiro de piedra. ¡Plan perfecto!

Sonreí abiertamente por su entusiasmo. Me sentí tentado a preguntarle si se llevaba algún tipo de comisión, pero me mordí los labios antes de hablar y volví a girarme hacia Víctor como un simple acto reflejo.

—Ya, si le estoy dando vueltas es porque realmente me parece una gran idea —aseguré—, adoro a Marta, pero por veces termina poniéndome la cabeza como un bombo, y temo dejar de quererla por ello.

¿Repitiendo errores?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora