6. ¿Quieres saber si cuido a tu primillo?

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Estaba bastante adormilado, pero me había parecido escucharle decir que se iba con Diego y luego rectificar al gimnasio

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Estaba bastante adormilado, pero me había parecido escucharle decir que se iba con Diego y luego rectificar al gimnasio. Algo no había entendido bien pero no sabía qué era. Todo lo despierta que era mi mente, se producía con el primer café de la mañana.

No me pude resistir y me hice uno bien cargado. Mi plan inicial era volver a dormir, pero ya que me había levantado trataría de aprovechar la mañana. Antes de llevarme la taza a los labios, la llevé a la nariz y aspiré ese olor tan característico, cerrando los ojos y suspirando. Me encantaba ese olor.

Puse música mientras me preparaba un sándwich mixto, al más puro estilo Rocío. Sonreí al recordar a mi loca compañera de piso, y sus manías de poner la música a todo volumen para despertarme con su buen humor.

Cualquiera podría decir que la echaba de menos, pero hacía solo cuatro días que habíamos dejado de vivir juntos y además, vivir con Héctor iba a ser una nueva y bonita etapa. Estaba ilusionado a la par que nervioso por el cambio tan repentino. Por lo menos ya me podía relajar al ver todo colocado en su sitio. Habían sido unos días intensos desde luego, en los que había descubierto que mi novio era bastante paciente con todo. Y a pesar de lo que decía antes, de lo más cursi.

Cuando terminé de desayunar y recogí lo que había ensuciado, me senté con mis apuntes de oposiciones en el sofá. No tenía ganas de ponerme en el escritorio si solo iba a releerlos por vigésimo novena vez.

En algún punto de la lectura sobre la Ley Orgánica que regula la enseñanza secundaria, me tuve que quedar dormido, porque noté la mano de Héctor acariciándome la cara y llamándome.

—Vic. —Escuché que decía con voz suave—. Cariño, te dije que necesitabas descansar un poco más.

Me incorporé un poco y giré el cuello para desentumecerlo, lo que hizo que crujiera un poco. Cuando enfoqué la vista en él sonreí. Sus ojos azules brillaban, seguramente por la diversión de verme adormilado. Su pelo, que ni en el gimnasio se despeinaba. Su sonrisa, que últimamente parecía eterna. Suspiré, porque me tenía loco este hombre y no pude evitar hacérselo notar cuando lo atraje hacia mí para besarlo.

Lo pillé un poco de sorpresa, por la brusquedad de mi movimiento, pero no tardó nada en corresponderme de la misma forma. Me encantaba tener este espacio solo nuestro, sin tener en cuenta que alguien pudiera entrar, que alguien pudiera interrumpirnos.

Los apuntes, que al principio estaban en mi regazo, cayeron y quedaron esparcidos por todo el suelo. No era buena señal esa, lo mismo tenía que recogerlos. Además de que tal vez los íbamos a pisar, se iban a romper, ensuciar...

—Oye, Vic. ¿Qué pasa?

Héctor se había separado un poco. Respiraba agitado, al igual que lo hacía yo.

—Los apuntes... están... —balbuceé. Parecía idiota, ¿qué me pasaba?

—¿Son tus apuntes, verdad? —preguntó cerca de mis labios, rozándolos.

¿Repitiendo errores?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora