Entreabrí los ojos al sentir un pequeño hilo de luz proveniente de la mesita de noche. Me giré hacia el otro lado y balbuceé algo entre dientes. Estiré el brazo para encontrarme solo.
Como si ese fuera el mejor despertador del universo, abrí los ojos y me incorporé despacio. No tardé en localizar a Víctor por la habitación, haciendo el menor ruido posible.
Al verme, me sonrió. Dejó a un lado lo que suponía que estaba haciendo, y se acercó a mí, sentándose sobre la cama.
—Buenos días —susurró sobre mis labios. Me dio un pequeño beso justo antes de juntar su frente con la mía en un contacto tan simple que me volvía loco—. Por fin llegó el día.
Quise sonreír, juro que lo intenté, pero la presión que tenía en el estómago no me dejaba ni intentarlo. Dibujé una mueca un tanto extraña que no llegó realmente a nada.
—¿Estás nervioso? —se animó a preguntar. Sin duda no le había pasado desapercibido mi intento de sonrisa arruinado.
Meneé la cabeza de un lado a otro. Sabía que no podía definir mis sentimientos con una sola palabra. No estaba nervioso, por lo menos no de forma consciente, lo que estaba era acojonado. Llevaba dos días con la cabeza en todo y en nada, divagando entre lo que era correcto y lo que no, pensando en Miki y en su estúpido intento de acercamiento. También me era inevitable recordar su rostro destrozado, por el que parecía que habían pasado años en vez de meses. Sabía que no era mi culpa, pero no por eso dejaba de darle vueltas una y otra vez al hecho de que ahora su vida estaba destrozada, hecha añicos.
Y lo cierto era el que el libro había pasado a un segundo plano. Posiblemente si Víctor no me lo hubiese recordado, de esa forma tan bonita como solo él sabía, ni me habría acordado de que hoy era el día de lanzamiento de mi quinta novela.
Maldito Miki, y maldito el poder que todavía ejercía sobre mí. Quise pegarme por ser tan idiota, pero la presencia de Víctor tan cerca de mí me estaba dejando catatónico, como siempre ocurría.
Presioné los labios y finalmente sonreí. Me di cuenta de que esta vez mi sonrisa era sincera con solo ver su gesto. Se separó de mí tras darme un pequeño beso en los labios.
Vi como empezaba a corretear por la habitación, y en ese instante me percaté de que ya estaba totalmente arreglado para salir. Me giré sobre mí mismo para agarrar mi teléfono móvil, y fijarme en la hora que marcaba. Arqueé los ojos para poder apreciarla a pesar de la luz, y fruncí el ceño al percatarme de que poco pasaban de las siete de la mañana.
—¿A dónde vas tan temprano? —pregunté, intentando comprender el motivo por el que mi novio no paraba de dar vueltas por la habitación. Intenté recordar el día en el calendario, pero lo único que recordaba del cuatro de julio era la publicación de mi novela, nada más. También me vino a la cabeza el día de la independencia, pero no me imaginaba que pudiera tener algo que ver.
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¿Repitiendo errores?
RomanceUna relación no siempre es fácil de llevar. El amor a veces no basta, y eso lo comprueban Héctor y Víctor cuando se encuentran ante una serie de duras decisiones. Sus miedos e inseguridades sumados a los fantasmas del pasado, se empeñan en enfren...