Capítulo 21.

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– ¿Dos... meses? –Repetí, sin aliento– ¿Cómo...? Q-Qué...

–Tu medico después de que pasaron unos días nos prometió que no haría un escándalo por lo... anormal de la situación, y de tu anatomía. Nos dijo que tu cuerpo parecía rechazar el suero casi por completo, intentaron con otros métodos pero nada logró funcionar –Light miró por un segundo la pequeña bolsa guindada a mi lado, la cual almacenaba dicho suero–. Sin el suero actuando correctamente en tu organismo...

–No hay hidratación –Concluí por él–. Tiene sentido... de alguna manera.

Antes de que lograra explicarle a Light mi teoría del porque me había deshidratado, la puerta de la habitación se abrió. L entró en la habitación, sentí como la felicidad me recorría. Sonreí por un segundo, hasta que noté que él tenía la mirada perdida, no se había dado cuenta de que estaba consciente. Caminó hasta Light, tomó algo del suelo, unas esposas extrañamente largas, y se colocó una en la muñeca. Me di cuenta de que el otro extremo de la cadena llevaba al brazo del Light, estaban esposados, el uno al otro. Miré a Light con el ceño fruncido por un rato y luego volví mi vista a L, mi corazón se aceleró cuando noté sus ojos negros y cansados sobre mí.

– ¿Jane...? –Habló, finalmente.

– ¿Quién más podría ser? –Bromeé, sonriéndole para tranquilizarlo. Él se abalanzó sobre mi cuerpo, jalando a Light en el camino y tumbándolo sobre mis pies tapados por la sabana.

–No sabes... Jane... –Comenzó a suspirar mientras trataba de explicarme como se sentía sin que se le quebrara la voz, inútilmente–. Por mucho tiempo creí...

–No te desharás de mí tan fácilmente –Dije, envolviéndolo con los brazos. Me estrujó más fuerte contra su cuerpo, lastimándome con las esposas.

–Agradezco eso, te lo aseguro.

El abrazo duró mucho, Light logró acomodarse sobre la cama sin interrumpirlo. De vez en cuando L hundía más su rostro en mi cuello y acariciaba mi espalda, con su mano siendo aplastada por ella y el colchón. Parecía que casi todos sus sentidos trabajaban en torno a mí; sus manos acariciándome, al igual que su rostro, sus oídos escuchando tanto mis pulmones mientras yo respiraba como mi corazón latiente, y también inhalaba fuertemente cuando se apegaba a mí.

Sin embargo, faltaba algo más. Como si me hubiera leído la mente, me miró por un largo minuto y se acercó. Se detuvo abruptamente y luego me besó la frente con ternura, le sonreí. El momento había acabado.

– ¿Hace cuánto has despertado? –Preguntó, apartándose junto a Light.

–Hace unos minutos.

–Sabes... ¿Sabes cuánto...?

–Dos meses –Lo interrumpí–, Light me lo dijo. Quise saber si esa gente ya había venido a causarles problemas.

–No fue tan complicado –Admitió. Una punzada de dolor pasó por mi cabeza e hice una mueca–. ¿Cómo te sientes?

–Debo admitir que es... como si cada uno de mis huesos pesara trecientos kilos, además, me estoy muriendo de hambre.

Fueron ambos a traerme mucha comida pero me moría por unas cuantas manzanas rojas, aunque agradecí mucho la sopa y el resto de los platillos.

Les platiqué que la única explicación que le encontraba a todo esto, es que tenía que ver con la regla más estricta que tenemos los dioses de la muerte sobre no alargar la vida de las personas. Mi padre cuando se enteró que una vez logré salvar a L, me dijo que no me confiara de que no me sucedió nada, porque eso no evitaba que mi forma de shinigami dominara sobre mi anatomía humana y que no debiera hacerlo, bajo ninguna circunstancia, de tres a cuatro veces. Lo que más me preocupó fue la inexactitud sobre las oportunidades que tenía para hacerlo...

Mi Diosa De La Muerte [L Lawliet]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora