La dama del hospital

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En los limites del bosque, en una parte que antaño perteneció al pueblo, bajo los grandes robles y algo olvidado por los habitantes. Permanecen las viejas estructuras pertenecientes a un viejo hospital.
Esta parte del pueblo se encontraba algo alejada del resto y ya casi nadie lo visitaba, hacía unos 50 años que se encontraba abandonado, las viejas rutas ya no pasaban por allí y solo era visible desde el camino 10.
A 20 kilómetros del pueblo más cercano y a 7 kilómetros del limite con el bosque.

Esa tarde en particular, como muchas otras, alguien se tomaba el trabajo de caminar por aquel olvidado paraje.
Era un hombre alto de chaqueta y como cada día que visitaba el olvidado sitio, llevaba consigo una pequeña caja y un ramo de flores.
Este hombre en particular, repetía su rutina unas 5 o 7 veces al mes, contrario a la opinión de sus pares quienes alegaban que "eso" era un caso perdido y un gasto de recursos.
Pero el no lo sentía así y por tanto entraría al viejo edificio sin titubear.

Por dentro el lugar se encontraba vacío, si bien muchos muebles habían sobrevivido al saqueo, sus pasillos y galerías estaban desprovistos de luces y carteles, algún que otra puerta seguía enmarcada pero la mayoría de los ventanales estaban rotos.
Como siempre ingresó por la puerta principal, dejando un sobre sobre el mostrador de la recepción, caminó por el pasillo Izquierdo hasta el viejo ascensor, viró a la derecha por otro pasillo y atravesó toda la galería Oeste  hasta la puerta que daba al ala Noroeste del hospital, allí encontró las escaleras al segundo piso y las habitaciones, caminó frente a los umbrales sin puertas hasta llegar a una d las pocas que aun tenía la puerta en su marco. La habitación 301.

Entró en ella y dejó la caja sobre la cama, extendió las cortinas del fondo, buscó el florero y cambió las flores marchitas en el.
El cuarto se notaba más conservado que el resto y así lo mantendría.

La silla junto a la cama era señal de compañía, al igual que la envoltura de una jeringa en el suelo, algo que él había dejado una semana atrás con otra caja.
La tarde recién iniciaba por lo cual era seguro que nada sobre natural rondaría en el bosque y por ello no tenía caso quedarse allí. Aunque la verdad le era reconfortable el ambiente del cuarto, tan limpio, ordenado y cuidado.

Dejo la caja en la cama, limpió el cuarto un poco y se sentó tranquilamente con un libro para pasar las horas tranquilamente...
Llegaba la noche y se encontraba durmiendo incómodamente en la silla cuando oyó los pasos que le despertarían de un salto.

Frente a él una enfermera de uniforme negro sostenía entre sus brazos la caja que había traído, ella era la habitante del hospital.
Ann le miró fijamente y rodeó la cama que los separaba, se acercó y saco un termómetro, a lo cual el enmascarado de chaqueta amarilla se quitó su distintiva mascara, dejando a la vista la cara de un hombre cubierto de cicatrices(todas muy recientes) Ella tomó su temperatura.

-No presentas síntomas?- Tomó su pulso y revisó sus ojos.

-No

-Y la chica?

-Tampoco, quiero...

Ann le detuvo mientras rebuscaba algo en la caja, sacó de su interior un frasco y una jeringa, la llenó y pidió su brazo.

-Calmará el dolor pero deberás tratar las fracturas.

-Esta bien así, confió en tus cuidados.

-No deberías, carezco de recursos.

Llevaba algunos días bajo el tratamiento de Ann, la había conocido tiempo atrás pero no había hablado con ella hasta hace unas semanas cuando acabó separado del grupo y muy mal herido por una criatura.
Casi al borde de la inconsciencia logró refugiarse en el edificio y fue como la conoció, al principio creyó que la criatura lo había perseguido pero Ann se presento frente él justo antes de desmayarse y trato sus heridas.

Luego de su primer encuentro frecuentó el lugar unas cuantas veces, al principió no la veía por ningún sitio pero con e tiempo se encontraban casualmente y en ocasiones hablaban unas pocas palabras pero ella desaparecía en un instante.

Ahora podía hablar y ella se acercaba algunas veces, por lo general mantenía distancia pero luego de recibir el botiquín, hacia uso de el.

Y como muestra de agradecimiento se encargaría de las heridas de aquel hombre.

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