• E P Í L O G O

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«...Eres la persona más hermosa que pisa la tierra, es más estoy al decir que eres la persona más hermosa que habita en la galaxia, en el universo entero. Con tu presencia eres capaz de hacer que todo cambie, hasta lo más difícil, hasta lo más negro, hasta lo más complejo. Puedes darle alas a quién sólo sabe caminar, eres capaz de hacerle sentir amor a quien sólo ha experimentado soledad.
Añoro tu presencia, añoro tu compañía y sentirme cerca de tus brazos.
Gracias por todo mi adorada.
Draco. »

Esa fue la última carta. — sonrió Annie. — Y sabes,  tengo una sorpresa para tí, aguarda.

Marla estaba vestida con ropa muggle, unos jeans y una blusa celeste que resaltaba sus ojos. Sus rizos estaban definidos, muy lindos y su tono brillaba con los rayos del sol que llegaban del jardín. Se quedó a la espera de lo que su enfermera le había dicho, por lo que colocó sus manos sobre sus muslos y observó en todas las direcciones posibles.

De pronto, una figura de cabellera rubia platino se asomó por la entrada del jardín, llevaba un traje negro, elegante como los que siempre solía usar. Tenía un ramo de girasoles en la mano y al ver a la chica no pudo evitar sentir un nudo en la garganta. Allí estaba su chica, observándolo con curiosidad.

¿Le recordaría acaso?

¿O le habría olvidado?

Draco se acercó a ella despacio, no quería causar ninguna reacción adversa en ella. O alguna reacción que fuera a parecer hostil o que fuera a causarle miedo o inseguridad.

— Marlie, tanto tiempo sin vernos. — dijo al sentarse frente a ella — ¿Cómo estás?

Ella le observó con curiosidad, con una pizca de recuerdos en la mirada. Ella le reconocía, ella sabía quien era, ella sabía que él era su Draco. Su rubio, su chico. Pero no podía verbalizarlo, sólo podía pensar en todas las cosas que habían vivido, en lo difícil que había sido ser parte de su vida, de incluirle en la de ella. Nada había sido fácil.
Draco por su parte se sentía algo extraño de estar allí, el jardín del lugar era grande, lleno de árboles y bancas de madera, de modo que había espacio de sobra para instalarse, de igual forma él sentía que todos tenían la vista fija en ellos, que todos tenían que ver con él, de porqué iba a ver a Marla.

Eso no le importó, a él jamás le había importado el qué dirán, jamás había estado pendiente de encajar, las personas querían siempre estar cerca de él, más él siempre se empeñó en alejarse. No tenía vergüenza de que supieran que era a ella a quien visitaba. Por lo que jamás dejó de hacerlo, desde ese día en que puso un pie en el hospital. Nunca dejó de visitarla.

Desde ese día comenzó a ir tres veces a la semana, a veces Marla estaba de mejor humor, otras decaída, pero cada vez que veía al rubio algo en su semblante cambiaba de inmediato, algo dentro de ella irradiaba felicidad. Muchas veces Draco se topó con el padre de la chica,con sus familiares, con Neville, con Luna, con Hermione. Y sí eso le incomodaba, pero no fue motivo para que él dejara de ir. Siempre llevaba cosas para ella, a veces un libro para leerle, actividad que a ella le encantaba, galletas para que disfrutaran juntos, fotos para que ella observara los recuerdos. O a veces releían juntos las cartas, ese era uno de los pasatiempos favoritos de la rubia. Siempre sonreía cuando él releía todo para ella. Él estaba feliz por eso.

Más luego de varios meses de visitarla, las enfermeras y los médicos pensaban que ella nunca mejoraría, que ese sería el estado en el que ella se mantendría siempre. Y se lo comunicaron a Draco a su llegada.

— ¿Cómo está hoy? — preguntó el rubio con interés a Annie, la enfermera que se hacía cargo de ella.

— Señor Malfoy, la verdad es que me gustaría conversar con usted. — anunció. —¿ Le molestaría conversar antes de que vaya con ella?.

— ¿Ha sucedido algo grave? — preguntó preocupado ante la situación.

— No, de hecho ha empezado a pintar de nuevo, en cerámica. Ha elaborado tazas y platillos. Le han quedado hermosos.

— ¿Entonces cuál es el problema? — insistió él.

Ella se alejó un momento y Draco le siguió.

— Hoy ha habido junta directiva sobre el caso de la señorita Millicevic, se cree que lamentablemente ella no recobrará más de sus capacidades, se cree que este será el estado permanente de ella.

Draco frunció el ceño.
— ¿Podría ser más específica?

— Ella siempre tendrá que estar bajo el cuidado de alguien, si bien es capaz de realizar sus actividades básicas de la vida diaria, ella debe estar bajo supervición. — indicó la enfermera. — El hecho de que ella no se cominique dificulta las cosas, ella hace acciones simples, pero no indicaciones más concretas, fantasea y se pierde en un mundo del que nosotros no somos parte.

— ¿Qué trata de decirme con todo esto?

— Que usted debería asurmirlo, ella se mantendrá así. Usted la conoce de antes y tal vez espera que ella mejore, no quiero que se genere falsas expectativas o se ilusione con algo que no sucederá, señor Malfoy.

Draco observó a la mujer como si hubiera dicho el disparate más grande que hubiera oído en toda su vida.

— Eso no me interesa, a mí me importa hacerle compañía y si me está diciendo esto porque cree que yo dejaré de venir aquí, le dejo en claro que no será así. También sé que su padre quiere dejarla aquí, haré todo el papeleo para poder sacarla y llevarla a vivir conmigo. No sé si se ha dado cuenta, pero yo soy su novio y no le dejaré por esta situación.

A la enfermera no le quedó más que asentir. Draco la dejó y se acercó a donde la rubia estaba pintando muy concentrada.

— Lo haces bien, te quedan muy hermosos, bueno, no hay nada que no sepas hacer bien. — sonrió y ella le observó con mayor intensidad que otras veces.

Eso fue percibido por Draco.

Cuando ella volvió a su labor con la pintura y la cerámica, él comenzó a cantar.

A cantar la canción que Marla le había enseñado a él aquel día que estaban haciendo patrullas como prefectos.

—... Tienes un cálido corazón,
tienes un cerebro hermoso, pero se está desintegrando
por toda la medicina.
Aún podrías ser
lo que quieras ser,
lo que dijiste que serías
cuando me conociste.
Aún podrías ser
lo que quieras,
lo que dijiste que serías
cuando te conocí.
Cuando me conociste y
cuando te conocí.

Marla de repente dejó de hacer lo que estaba haciendo y escuchó la voz del chico cantar la canción que estaba guardada en un lugar de su cerebro.

Recogelo, recogelo todo
Y empieza de nuevo
Tienes una segunda oportunidad
Puedes ir a casa y escapar de todo
Es simplemente irrelevante, solo es medicina.

Ella se le quedó mirando fijo y una sonrisa comenzó a esbozarse de sus finos labios.

Aún podrías ser lo que quieras
Lo que dijiste que serías, cuando te conocí.

Marla cogió la mano de Draco.

Él le sonrió y ella correspondió.

— Dr.. Dra.. — balbuceó, luego de meses sin emitir un sonido.

El corazón de Draco comenzó a latir a toda velocidad, formándose las lágrimas en sus ojos.

— Dra.. Draco. — susurró Marla con una sonrisa en los labios.

Ella había vuelto a hablar.

Y bastó sólo una palabra para que ella expresara todo lo que quería decir.

Draco.

Querida Traidora [Draco Malfoy] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora