Y al fin era Nochebuena. Años anteriores, habían intentado dejarlo todo listo -preparaban una gran fiesta y algunos de los invitados se quedaban a dormir en las habitaciones. Pero aquel año, Ransom se las había apañado para complicar más las cosas. El destrozo que había hecho en los establos y en las dos habitaciones que se encargó de empapelar, hicieron que el trabajo tuviera que volverse a repetir de nuevo. Y que Gisela, Elena y Carolina tuvieran que preparar las mesas, las luces y el gran árbol en el vestíbulo. Aunque no les había quedado tan mal como esperaban.
Otros años, Gisela había desaparecido por la mañana y había abierto su panadería, al menos un par de horas, hasta el mediodía. Pero, previsora de que el nuevo ayudante podría enredar más que ayudar, intentó informar a todos sus vecinos de que cerraría la panadería dos días antes. Más que nada, para poder estar ahí en caso de que hubiera algún imprevisto en el hostal. Agradecía ser tan previsora a veces.
Eran las ocho de la tarde. Carolina se encargaba de que todo fuera perfecto. El árbol estaba perfectamente iluminado y adornado, las luces que adornaban las escaleras resplandecían, los espumillones estaban perfectamente colocados en las ventanas y algunos balcones, los animales estaban encerrados en sus respectivos establos, todo estaba limpio y ordenado. Perfecto.
Alberto se había pasado toda la tarde conectando las luces -que habían colocado, pero no encendido-, arreglando las guirnaldas fundidas y enganchando los espumillones. Había decidido que Ransom no tuviera mucho que ver en aquello, se limitó a sujetar sus herramientas. Sabía lo importantes que eran esas fiestas para su madre, no quería que un niño pijo sin ganas de trabajar fastidiara su noche.
Nueve de la noche. Gisela había ido sacando comida, platos ligeros que se podían comer sin una mesa ni dos cubiertos: tortillas, ensaladas, empanadas, pizza, gazpacho... No mucho después, los primeros invitados comenzaron a llegar. Ella ya se había quitado el delantal y se había puesto las botas por debajo de la rodilla de tacón, y se había unido a la pequeña familia del hostal -así le gustaba llamarlos-, estaban todos al completo. Todos menos el relamido. A pesar de haberle entorpecido bastante, Carolina no quería que nadie pasara aquella noche solo ni apartado. Por eso mandó a su hija Elena, para que le avisara de que la fiesta estaba empezando.
Aunque, más lejos de aquello, Ransom miraba dentro de sus dos maletas qué ponerse. Lo había sacado absolutamente todo, pero le parecía demasiado informal, y sus jerseys favoritos estaban rotos o llenos de estiércol. Cuando iba a quitarse la toalla, la puerta se abrió de golpe. Elena le miró de arriba a abajo, se sonrojó y salió corriendo acto seguido, cerrando la puerta tras ella. Ransom no daba crédito a lo que acababa de suceder, ni siquiera en su habitación iba a tener la poca privacidad que necesitaba.
Resignado, intentó ignorar el hecho de que una niña le acababa de ver completamente desnudo. Suspiró y se puso la camiseta blanca de manga corta junto a una rebeca de lana negra, combinado con unos pantalones vaqueros claros y unos botines marrones. Se miró al espejo para colocarse el pelo. Echó el cuello hacia atrás, no le quedaba fijador. Volvió a suspirar y, apoyándose en el lavabo, se sorprendió del mal aspecto que tenía. Su familia no le había matado tras todo lo sucedido, pero estaba claro que aquel lugar conseguiría lo que los Thrombey llevaban deseando hacer desde hacía mucho tiempo -y más tras los últimos acontecimientos.
El vestíbulo estaba lleno de gente, todos comiendo o bebiendo algo, interactuando entre ellos, riéndose y hablando muy alto -más de lo que a él le gustaba. La mayoría de los presentes eran personas mayores.
"Parece una reunión de la tercera edad, más que una fiesta de Nochebuena"
Ransom rodeó los ojos y se dirigió a la mesa más cercana a la escalera para servirse una copa. Mientras le daba un trago a su copa llena de vino tinto hasta arriba -no sabía lo mucho que necesitaba aquello hasta que el líquido rozó sus labios-, se encontró con una silueta muy familiar. Estaba deslumbrante. Ese denso cabello moreno ondulado completamente suelto, un vestido de vuelo azul oscuro que destacaba todas y cada una de sus curvas, y unos tacones que le hacían lucir unas piernas impresionantes. Desde luego, Gisela sabía cómo y cuándo debía sacarse partido.
Acostumbrado a que la mayoría de veces las mujeres se acercaran a él, no sabía si debía o no dar el primer paso. ¿Por qué con ella todo parecía tan difícil? Ni siquiera había llegado a tener una conversación normal sin acabar en discusión. Si sabía su nombre era porque los de aquel hostal no paraban de hablar de ella y las veces que había estado allí, se habían referido a ella de esa manera.
Se volvió a girar, dándole la espalda. Lo último que necesitaba era volver a discutir, estaba muy cansado.
Comenzó a servirse la segunda copa, cuando una voz a su espalda le interrumpió.
—No sé si te lo han dicho, pero traumatizar a niñas pequeñas, está mal.
Él no pudo evitar sonreír al oír aquello. Tenía bastante claro que aquella cría iba a ir por ahí contándolo, seguramente era la primera vez que veía a un tío completamente desnudo. Cuando se dio media vuelta, la vio radiante, con una sonrisa de oreja a oreja, mirándole con diversión -como si fuera extraño.
—Entrar en una habitación sin llamar y usando la llave de emergencia, también está mal —replicó, alzando una ceja.
Gisela le había visto desde lejos, apartado de todo el mundo, bebiendo de espaldas a la gente. Aquella noche era la primera vez que le veía realmente atractivo. Ese pelo despeinado, la barba de un par de días, la rebeca de lana desabrochada...
—Tienes razón, Hugh.
Carolina le había dicho cómo se llamaba, pero nunca se había molestado mucho por llamarlo por su nombre, aunque se sorprendió cuando le vio torcer el gesto.
—Ransom —la corrigió—. Es mi segundo nombre. Solo me llama Hugh el s... —se detuvo en seco—. No me gusta que me llamen Hugh —explicó—, me parece más impersonal.
Gisela asintió. A decir verdad, le gustaba más Ransom que Hugh, así que no le resultaba un problema.
—Es la primera vez que puedo decirte que vas vestido acorde a la situación —rió.
—Ya, es que no tenía pensado pausa rmi viaje para quitar mierda de vaca, ¿sabes
Gisela largó una carcajada que a él le sorprendió. Era la primera vez que se reía de aquella forma con él, que hablaba tan tranquila con él.
Habían pasado gran parte de la fiesta juntos.No habían hablado de nada serio, habían preferido evitar hablar de temas personales -aún achispada, Gisela era completamente consciente de lo que podía y no podía contar.
Le había contado que ella era la nueva chef porque la mayoría de los cocineros habían evitado trabajar allí por la distancia con la "civilización", lo mucho que valoraba que la mayoría de los productos fueran suyos, caseros o del pueblo. También le había contado lo mucho que le había costado cocinar todo lo que había preparado aquella tarde, y cómo se había bebido casi un brick de vino tinto para cocinar ella sola.
Entonces Ransom lo entendió todo. El alcohol estaba, en parte. actuando por ella. Pero no le molestaba en absoluto. Le gustaba oírla hablar y reír, era una chica con bromas ingeniosas y temas de conversación inteligentes y divertidos al mismo tiempo.
—Mira —señaló hacia el cielo—. Seguro que nunca te has parado a mirar lo bonitas que son.
Y tenía razón. Cuando era adolescente, usaba aquella táctica para ligar con chicas, pero nunca se había fijado en lo mucho que deslumbraban, en la gran cantidad de estrellas que había. Quizás había pasado tanto tiempo ensimismado en sí mismo que...
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por los labios de Gisela, jugaba con los suyos con habilidad. No pudo evitar seguirle el beso, colocando sus manos en su cintura para atraerla más hacia él mientras sus bocas se atraían la una hacia la otra como si tuvieran imanes.
Un beso largo, tierno, sin lengua ni palabras obscenas. Solo sus respiraciones agitadas, sus bocas en busca de más, sus manos intentando acercarlos todo lo posible. Un beso, sin más, sin querer llegar a algo más.
Lentamente se separaron para tomar aire y fue entonces cuando Ransom vio el pánico en los ojos de Gisela. ¿Qué había pasado? ¿Por qué le miraba de aquella manera ahora?
—Lo siento —negó varias veces, empujándole levemente.
Ransom, que no se había visto muchas veces en aquella situación, simplemente la dejó escapar. Gisela se marchó, volvió a entrar en el vestíbulo y, con la excusa de que se encontraba mal, se disculpó y se marchó a su habitación. Había huido, se había marchado sin mirar atrás y sin darle tiempo a Ransom a reaccionar.
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Hearts Out | RANSOM D. (Chris Evans)
RomanceJusto cuando más necesitamos que las cosas salgan bien, todo se tuerce. Lo que no sabemos es que quizás lo que realmente necesitamos es que nuestra vida se tuerza para descubrir cosas que ni siquiera nos imaginábamos. Lionsgate, eOne y Rian Johnson...