Ransom salió del baño con pesadez. Volvía a ser el Ransom Drysdale que todo el mundo conocía, el mismo que había desmoronado a la familia. Volvía a afeitarse regularmente, volvía a peinarse el pelo hacia atrás con gomina y llevaba ropa completamente limpia y nueva -seguramente lo único que había echado de menos mientras estaba allí. No había cambiado, al menos físicamente; no podía decir lo mismo si se adentraba un poco más en su corazón.
Suspiró y se dejó caer sobre el sofá, tumbándose boca arriba para poder mirar el techo. Aquel silencio que tanto adoraba meses atrás, le parecía desagradable ahora. Solo le faltaba una voz. Más de una vez la había imaginado llamándole desde atrás o tumbada a su lado mientras leía su novela, pero su cara se daba de lleno con la realidad cuando la buscaba y no la encontraba. Se estaba volviendo loco.
Sabía que era lo mejor. Cuando vio cómo Alberto la cogió del cuello y cómo la juzgaban por estar con él, tuvo claro que aquello no iba a salir bien. Gisela no se merecía aquello. Se merecía reír y ser feliz. Si seguía con él, eso no iba a ocurrir. Y no podía soportar la idea de que ella lo pasara mal o fuera infeliz por su culpa. No, eso nunca.
Se cubrió el rostro con las manos cuando las lágrimas amenazaron con volver a salir de sus ojos, secándolas rápidamente e intentando aliviar el ardor en las cuencas al reprimirlas.
Tres semanas después, vivía con la esperanza de que Gisela hubiera avanzando, aunque fuera, un poco más que él. Esperaba que no estuviera tan mal. Pero al recordar su mirada, su voz temblorosa pidiéndole que no se marchara, supo que se sentía de la misma forma seguramente. Pero el tiempo lo sanaría, o al menos eso es lo que decían.
Dos golpes sonaron en su puerta, sacándole de aquellos pensamientos que le habían estado comiendo vivo durante semanas.
—No estoy —gritó desganado.
—Muy gracioso.
Se burló Brad, abriendo la puerta y entrando en su casa. Oyó sus pasos acercándose y en aquel instante, quiso echarle. Necesitaba estar solo. Pero era su editor, y el único amigo que tenía.
Se sentó sobre el sofá y alzó la mirada.
—De cada vez tienes peor pinta.
Ransom le fulminó con la mirada, aunque ese gesto se relajó cuando vio el libro entre los dedos de Brad. Este asintió y extendió el brazo.
—Está previsto que salga a la venta la semana que viene —le informó con entusiasmo.
Ransom estaba y no estaba sorprendido. Todo había pasado muy rápido, pero podía llegar a entenderlo. Las editoriales prácticamente se habían peleado por conseguir publicar el libro del nieto de Harlan Thrombey. Y sabían que la gente, por mucho que supieran que era un asesino -a pesar de que se le absolviera- iban a comprar ese libro por simple morbo y curiosidad. Ya su talento haría el resto con los próximos.
—Es muy buen libro.
Ransom asintió distraído. Había vuelto a leer aquella larga dedicatoria, que había escrito indirectamente para Gisela.
—Una de las mejores dedicatorias que he leído en diez años de carrera —comentó con sinceridad—. Lo que no entiendo es por qué no estás con ella si estás tan enamorado.
Ransom torció el gesto y volvió a cerrar el libro, apretándolo entre sus dedos.
—Si ella no sintiera lo mismo, lo entendería —se encogió de hombros—. Pero con todo lo que me has contado... Pareces gilipollas aquí sentado.
—Ella se merece algo mejor —dijo entre dientes.
—Bueno, ella te quiere a ti —comentó con despreocupación—. Y estás renunciando a lo mejor que te ha pasado nunca por gilipollas, porque es lo que eres. Escribiendo dedicatorias de mierda no haces nada, si no consigues que ella las lea. ¿Para qué narices estás aprendiendo español si no piensas volver?
Y habría continuado, soltando todo lo que pensaba desde que Ransom se abrió en canal en el bar la tercera vez que quedaron para hablar del libro, pero el móvil de Ransom les interrumpió.
Un número desconocido apareció en la pantalla. Bufó al pensar que se trataba de otro periodista curioso y lo descolgó.
—¿Qué? —preguntó de mala gana.
—Joder, qué humos —se burló alguien desde la otra línea.
Ransom había reconocido aquella voz. Rodeó los ojos al escuchar al hermano de Gisela.
—Más te vale mover el culo y hablar con mi hermana.
—No tengo nada más que decir —se rascó la nuca—. Tu hermana va a estar mucho mejor sin mí, hazme caso. Podrá seguir su vida en el pueblo, con su familia.
—¿Su familia? —Miguel rió falsamente— La echaron del hostal poco después de irte tú. No ha vuelto a hablar con ninguno de ellos, desde entonces.
—¿Cómo?
—Que sí —le oyó suspirar—. Si cambias de opinión, pásate por el Yum. Está fuera de la muralla, así que puedes ir en coche sin problema. Te pasaré la ubicación por mensaje. Nos vemos.
Y colgó. Ransom se quedó mirando el móvil impactado. Entonces, ¿se había marchado para nada?
—¿Qué pasa?
—Que soy gilipollas.
✸ ✸ ✸
Miguel guardó el teléfono rápidamente cuando oyó los pasos de su hermana acercarse. Se apoyó en la barra y movió su cabeza de un lado a otro. El cuello le estaba matando.
—¿Con quién hablabas? —preguntó mientras colocaba las botellas en el estante de atrás.
—Un proveedor —se encogió de hombros—. Me hacían una oferta de la hostia.
—Después de lo que pasó con el de la frutería, no quiero que te encargues de la comida —se giró hacia él—. Nunca.
—Ese cabrón me vendió los tomates podridos a mí como se los podría haber vendido a cualquier otro.
—Pero te los vendió a ti —rodeó los ojos—. Normal, te vio venir y pensó "Este no tiene ni puta idea. Seguramente el subnormal ni se va a dar cuenta del moho".
—Eso es... Bueno, sí —acabó admitiendo.
Dejando a su hermano frente a la barra, se encaminó hacia la reluciente cocina. Y sonrió. Por fin, su sueño se había hecho realidad. Le había dolido vender la casa, la panadería y dejar atrás aquel pueblo en el que había estado viviendo tanto tiempo; pero se alegraba de haberlo hecho.
La primera semana de su restaurante había sido un gran éxito, aunque su trabajo le había costado. Tras decorarlo y reformarlo un poco, había tenido que hacer muchísima publicidad, repartir muchos folletos y hablar con muchísima gente -a la que en el fondo no le interesaba de qué estaba hablando.
Sentía que por fin tenía todo lo que necesitaba. Todo, menos una persona. Le habría encantado vivir todo aquello junto a Ransom, incluso en más de una ocasión, se había imaginado viviendo todo aquello con él. Pero decidió marcharse, volver a su vida y dejarla. En el fondo, había llegado a odiar lo mucho que había dejado que Ransom Drysdale le afectara; pero no podía evitarlo. Se había enamorado de él y la había rechazado.
Pero era lo mejor: que cada uno viviera la vida que le tocaba.
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Hearts Out | RANSOM D. (Chris Evans)
Любовные романыJusto cuando más necesitamos que las cosas salgan bien, todo se tuerce. Lo que no sabemos es que quizás lo que realmente necesitamos es que nuestra vida se tuerza para descubrir cosas que ni siquiera nos imaginábamos. Lionsgate, eOne y Rian Johnson...