Capítulo 11

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  Ransom salió de la habitación y caminó por un largo y ancho pasillo hasta llegar a las escaleras. Aquella casa era incluso más grande que la suya, ¿cómo había podido permitirse aquello una chica como ella?

Bajó las escaleras con tranquilidad. En aquel lugar todo parecía nuevo y casi intacto. Desde luego, no tenía pinta de pasar mucho tiempo allí. Paso a paso, escalón a escalón, todavía sentía su cuerpo extraño tras el perdigonazo. Suspiró y bajó el último escalón, encontrándose solo en medio de la enorme entrada.

—¡En la cocina! —la oyó gritar a lo lejos.

Frunció el ceño, ¿cómo iba a saber él dónde estaba la cocina? Con ambas manos en las caderas, miró a su alrededor y decidió entrar en el comedor. Seguramente aquella habitación estaba conectada a la cocina. Y así era. Atravesó el gran arco que se encontraba en el lado izquierdo de la habitación, y la vio. Estaba tranquila, tomando un sorbo de su taza mientras miraba a la nada.

Sonriendo levemente, entró en la cocina. Gisela se giró hacia él, devolviéndole la sonrisa. Estaba tranquilo, relajado, casi no parecía él.

—Deberían dispararte más a menudo —bromeó.

—No, por favor —se sentó a su lado en el taburete—. Con una vez es suficiente. Desde que estoy aquí me han destrozado el coche, una cabra se ha comido mi móvil y mi jersey, casi siempre estoy embadurnado en mierda, algo se ha estrellado contra mi coche y me han disparado —enumeró—. Estoy aislado, incomunicado, malherido y sucio la mayor parte del tiempo.

—Sin embargo, te veo bastante mejor que cuando viniste —le dio un pequeño golpe en el brazo.

Ransom sonrió débilmente y alzó las cejas. No le gustaba aquello, pero tenía razón. Sentía que algo dentro de él se estaba desbloqueando, aunque no estaba seguro del qué.

—¿Y esta casa? —cambió de tema— A ver si van a llegar tus jefes y te vas a meter un lío.

Gisela sonrió y negó.

—No crees que pueda ser mía.

—Bueno, eres tan joven —comenzó a explicar—, y tienes dos trabajos...

Le miró alzando una ceja. Parecía tan nervioso que incluso le llegaba a resultar tierno.

—Que pocas miras tienes, Hugh —volvió a darle un sorbo a su taza—. ¿Quieres un café?

Asintió lentamente. Gisela se levantó y se dirigió a la cafetera, sirviendo un poco del café recién hecho en una taza gris. La colocó frente a él, y rozando su brazo con el suyo, volvió a sentarse a su lado.

—Entonces todo esto es tuyo.

—Solo mío —volvió a afirmar—. Pero no te preocupes, que a intento de gallito de corral no te va a ganar nadie.

Gisela suspiró y le volvió a sonreír. Él le miró con un semblante serio, parecía la única que no sabía ni percibía que él estaba arruinado.

—He llamado a Carolina, por cierto —Ransom asintió—. Les he contado lo que ha pasado. Te llevaré al hostal después de comer, si te parece —volvió a asentir.

Gisela se había enfadado muchísimo al enterarse de que le habían dejado vagar solo a su suerte en un lugar que no conocía. En cualquier otra circunstancia, le habría resultado gracioso. Pero se había metido en un coto de caza y dios sabe qué podría haber pasado si hubiera sido una bala y no un perdigón.

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Habían preparado juntos la comida. Bueno, Gisela había cocinado mientras Ransom la miraba embobado. Seguía sin entender qué hacía una chica con tanto talento, cocinando en un lugar como el hostal. Ahora, sentados en el sofá, simplemente se limitaba a escucharla de nuevo, por fin se estaba abriendo con él y le había dado la oportunidad de conocerla más.

Hearts Out | RANSOM D. (Chris Evans)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora