Capítulo 4

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- Y... ¿Que te ha dicho el doctor? - preguntó Diego.

- Bueno... Me ha dicho que es muy probable de que cuando ella despierte no se acuerde de mí.

- Oh...

- Según el siendo positivos y tal vez con un poco de suerte sus recuerdos pueden tardar hasta 2 años en volver y es posible que no todos vuelvan... me da falsas esperanzas.

- ¿Y no te dijo más nada? Algo... bueno que al menos te dé...

- El 40 y el 60 por ciento de los pacientes que están más de dos meses en coma, no sobreviven y, en el caso de que sobrevivan. despiertan con problemas mentales, lesiones o incluso pierden algunas funciones

- Vaya...

- Me ha hundido... necesito que ella despierte antes de los dos meses.

- Sé que esto ha sido muy difícil para ti Oliver, pero deberías relajarte no sé, tal vez salir, has estado muy deprimido últimamente... ¿has pensado lo del grupo de apoyo? - medito sus palabras. - te podría ser muy útil.

Mi amigo era lo más cercano a la estabilidad y lo correcto, lo conozco desde los seis años y siempre se ha tratado de un chico educado. Perfecto, como lo describiría yo, pero como todo ser humano tenia defectos y el de él era uno muy grande, ya que se trataba de un fumador empedernido, algo que sus padres no sabían y, que si supieran... bueno realmente no sé qué pasaría, pues al ser hijo de dos reconocidos doctores él, como su hijo, tenia expectativas muy altas, aunque a veces a Diego le gustaba salirse de los estándares familiares y le gustaba dejarse llevar por sus impulsos de un adolescente promedio, y la verdad, pareciera estar en una clase de limbo, no quería decepcionar a sus padres, Se notaba pero no podía mantener un equilibrio entre ser el hijo prodigio o ser un adolescente común y corriente como todos los demás.

- No lo sé Diego, ¿piensas que yo me voy a sentar con un grupo de desconocidos a hablar sobre mis problemas así sin más?

- ¿Vas o no? - decía mientras sacaba de su bolsillo una caja de cigarrillos

- No creo que sea buena idea.

- Definitivamente iras, no puedes seguir así.

***

- La pandilla loca ya está aquí. Vamos, tómate este café, levántate y déjame que me ponga manos a la obra. - afirma Camille, que está muy concentrada en el café y las tostadas de miel que lleva con cuidado hacia mi cama.

- Ya sé que no me ven la cara debajo de la colcha que llevo, pero ahora mismo los estoy machacando con la mirada.

Diego se sienta y me da unas palmaditas en la cabeza y oigo cómo Camille abre la puerta del armario y se oye el frufrú de la ropa mientras escoge lo que debo llevar para la ocasión a la que no tengo intención de acudir.

- No va a salir bien -anuncio con voz cantarina, y me trago el café como si fuera un desagüe.

Diego, se sienta a mi lado y me obliga a levantarme. No tengo más remedio que apartarme la sabana de los ojos y atravesarlo con la mirada.

- Yo tampoco soy fan de los métodos de Cam...- sonríe en consuelo - ... Pero es buena idea.

- No lo hare.

Camille aparece por la puerta del armario con una camisa colgando del brazo y una expresión desencajada en la cara.

-Oh, oh -susurra Diego a mi lado, pero no mueve ni un músculo para evitar que mi amiga me propine una buena paliza verbal.

-Te estás portando como un niño pequeño, pero de los que se chupan el dedo y llevan el pañal hasta arriba de orina. Por el amor de Dios Oliver, en poco tiempo cumplirás la mayoría de edad. Si te vuelvo a oír quejándote de que eres demasiado delicado para comportarte como un adulto y plantarle cara a toda esta locura, te aseguro que tú y yo tendremos un problema muy serio.

Mas Allá De Lo Que Siento Por TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora