15 - Asomado A La Ventana

87 4 0
                                    

A la noche, después de comer, les conté todo a Leticia y Lucas. Leti fue la primera en opinar:

_¿Sabés qué pasa, Manu? Que sos muy fantasioso. Vos querés que las cosas sean como en tus novelas. Y no es así. A veces, son más simples de lo que parecen. Don Mauricio estaba cansado de vivir enfermo y en un momento de desesperación... bueno, hizo lo que hizo. Y no hay que culpar a nadie. Eso quiero que lo tengas claro.

_Etelvina es una persona excelente, Manu. En el barrio la conocemos todos -siguió Lucas.

_¿No es una asesina? -dijo Gonzalo.

_No, por favor -se horrorizó Leticia-. ¿Qué le metiste en la cabeza, Manu?

Ahora los tres me miraban como si el asesino fuera yo. La conversación terminó ahí. No daba para más. Antes de acostarme, escribí en mi cuaderno:

*Basta de adultos. De aquí en adelante, la investigación sigue únicamente conmigo.
Nota: en caso de ser necesario, le puedo pedir ayuda a Gonzalo.

El viernes a la noche, Lucas nos llevó otra vez a la pizzería. A Leti le faltaban pocos días para el examen, así que la dejamos estudiar tranquila. Esa noche la pizzería estaba llena de gente porque cantaba Jorge, un amigo de Enzo y José, que canta tangos. Gonzalo y yo, que íbamos a comer en la mesa del fondo, al final tuvimos que dejarla. Igual, ningún problema: comimos en la cocina. Fue tanta gente que terminaron todos amontonados. Yo me acordé de la silla que estaba en la terraza y me ofrecí para ir a buscarla. El enano no me vio subir, porque o si no, seguro me seguía.
Cuando llegué a la terraza ya había decidido no encender la luz, por las dudas, nada más, por si estaba la ventana abierta y el francés me veía. Tampoco hice ruido; abrí la puerta despacio y miré: la persiana estaba apenas levantada. No aguanté la curiosidad y me subí a la maceta. Me tuve que estirar bastante, pero igual llegué. No se veía nada y el silencio era total. Yo sé muy bien que los ojos se acostumbran a la oscuridad, así que me quedé esperando por si veía algo. En eso estaba, cuando oí el ruido de las llaves en la puerta. Me agaché, muero de miedo. Lo único que me faltaba era que el francés me Pescara espiando. Oí que la puerta se cerraba de un golpe. Emseguida, se encendió una luz. Me asomé un poquito, lo suficiente como para ver a Etelvina con una pila de ropa entre los brazos. Caminó unos pasos, mirando a su alrededor, como tratando de verificar que todo estuviera en orden y después dejó la pila de ropa sobre una silla.
¿Qué hacia Etelvina en el departamento de Don Mauricio? ¿Solamente iba a llevar la ropa que le lavaba y le planchaba al francés? ¿O eso era una excusa? ¿Por qué no se la llevaba cuando estaba él? ¿O a la tarde temprano, cuando iba a hacer la limpieza?
Etelvina se quedó mirando la biblioteca, con una mano en al cintura y la otra agarrándose el mentón, pensativa. Después avanzó y se detuvo delante de los estantes. Sacó un álbum, lo abrió; saco otro, hizo lo mismo. Los puso sobre una mesita y sacó otro álbum más, lo abrió, se quedó mirándolo y finalmente lo acomodó en otro estante. Seguía parada delante de la biblioteca, mirando atentamente los lomos de los álbumes,cuando...

_¡Manuuu...! ¡La sillaaa...!

Yo había dejado abierta la puerta de la terraza, así que la voz de José se oyó perfectamente, por lo tanto, Etelvina tenía que haber escuchado. De un salto, bajé de la maceta y me agaché contra la pared, por si se le ocurría asomarse. Pero no. Esperé unos segundos, siempre mirando hacia la ventana, y al final agarré la silla y me fui.
Mientras bajaba, me llegó la voz medio ronca de Jorge, cantando un tango:

Las calles y las lluvias suburbanas,
Y mi amor y tu ventana,
Todo ha vuelto, ya lo sé...













Solo quedan 7 capítulos. Bye.

Un Secreto En La Ventana (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora