𝓘𝓷𝓯𝓲𝓮𝓵𝓮𝓼 4

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Luego de unos largos minutos de caminata, sin soltar sus manos, llegaron al hogar de la azabache, la cual se petrifico en la entrada. No quería enfrentar lo que estaba sucediendo, le dolía demasiado, pero sorprendentemente no por la traición de Kouga, si no que por la de Kikyo. Ella había sido su mejor amiga toda la vida, ¿Por qué la trataba así?

Un nudo se volvió a formar en su garganta, pero se dijo a si misma que tenía que ser fuerte y enfrentarse a lo ocurrido. Ni ella ni Inuyasha tenían la culpa de nada.

Al entrar se encontraron con esa pareja traicionera muy nerviosa, sentada en el sofá, pero al verlos entrar a ambos se pararon, con sus ojos sumamente abiertos.

-Kaghome – Susurro el peli negro y camino hacia ella rápidamente, pero cuando se acercó, la azabache se escondió detrás de Inuyasha. No quería que la tocase - ¿Kaghome?

- Te darás cuenta que quiere mantener la distancia contigo – Siseo el peli plata.

- Kaghome – Volvió a susurrar, pero se quedó en su lugar.

- Tienes algo que explicarme – Le dijo seriamente. Junto coraje y salió de su resguardo para mirar fijamente a su amiga – Y tú también Kikyo – Sentencio.

Ninguno de los dos dijo nada. Solo agacharon su mirada, sin poder seguir mirando a sus respectivas parejas. Ahora que los habían descubierto, se sentían muy culpables. Aun más por la pequeña azabache que intentaba ser fuerte, pero se notaba el temblar en su cuerpo.

-¿Y bien? Yo también espero esa explicación – Miro a la peli negra y su voz sonó fría y gruesa – Kikyo, mírame. Ahora – Y ella tembló por ese tono.

- Yo... Perdóname amor – Comenzó a acercarse a él, pero antes de poder tocarlo, el peli plata retrocedió un paso, dejándole en claro que no quería nada de ella – Te juro que fue solo una vez. Un pequeño desliz. Sabes que te amo – Intento abrazarlo nuevamente, pero la mano de él la volvió a detener.

- No me tomes por estúpido, Kikyo. Sé muy bien que no fue solo una vez – Sentencio. Kaghome miro sorprendida al peli palta, para luego mirar a Kouga y Kikyo, mientras sus lágrimas volvían a aflorar.

- ¿Qué dices? – Jadeo sin aliento, sintiendo como su corazón comenzaba a palpitar con furia y su cuerpo se veía envuelto en un temblor casi sin sentido.

- No llores, hermosa mía. Por favor – Estiro su mano para tomar la suya, pero la azabache lo alejo de un golpe.

- ¡No me toques! – Grito a todo pulmón, alertando a Inuyasha que se acercó más a ella - ¿Es verdad, Kouga? – Lo miro fríamente - ¿Es verdad que no es la primera vez que hacen esto? – El oji azul se quedó helado ante la mirada de esa pequeña. Nunca, jamás, la había visto así de enojada, y eso lo asustaba un poco - ¡Contéstame, maldita sea!

- No... No es la primera vez que lo hacemos – Le respondió, apartando su mirada por la vergüenza. La oji chocolate sintió como sus fuerzas se iban, junto con el llanto desmesurado que caía sin cesar por sus mejillas – No llores, por favor.

- ¡Te odio! ¡Los odio! – Grito, pero se calló al sentir como sus piernas fallaban. Antes de poder tocar el suelo, Inuyasha la tomo entre sus brazos, sirviéndole de pilar. Sin poder evitarlo, comenzó a llorar en su pecho, apretando su camisa entre sus puños debido a la impotencia.

- Tranquilízate, Kaghome. Te hará mal – Acaricio sus cabellos levemente, esperando que su llanto se apaciguase.

- Se van – Susurro - ¡Se van los dos de mi casa! – Volvió a gritar, esta vez mirando a ambos con mucho odio. No podía creer que esos sentimientos estuvieran en su interior, pero de verdad los detestaba por haber pisoteado así su confianza.

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