EDE © | CAPÍTULO 9

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- Eric -

Sequé el sudor que resbalaba por mi rostro, terminando de ajustar una de las tuercas del motor del auto, cuando miré el panorama frente a mis ojos de manera pensativa, arrojando la llave dentro de la vieja mochila ennegrecida que había colocado junto a mis pies.

—Listo. Intenta arrancarlo. —alcé la voz, dando dos golpes ligeros sobre el carro, llamando de aquella manera la atención de Anthony, quien asintió solo una vez antes de encender el Nissan Versa.

—¡Coño! ¡Prendió, marica! —escuché a Anthony aullar de felicidad, haciendo escándalo al bajarse del interior del vehículo con gran euforia, y entonces, rodé los ojos. — De verdad que no entiendo como es posible que todavía no te animes a estudiar Ingeniería Mecánica, cabrón. Estuvieras ganándote un billetal. —

Subí las cejas, y al instante, suspiré.

Siempre había vivido rodeado de indecisiones, inclusive, desde mucho antes de llegar al ultimo año de escuela ya odiaba la vida. No fui igual a mis primos, tan inteligentes y llenos de grandes ideas, no gane becas, no tenia maestros que vieran luces por mi. Si comparaban a otros estudiantes conmigo, ellos tenían mas probabilidades de salir adelante que yo. En resumen, fui el chico que no dejaba de estar metido en problemas. Nunca pude evitar sentirme atrasado y lleno de dudas , pero en vez de frustrarme por lo que otros pensaran de mi vida, me enamoré del mar y sus olas, como un escape.

Entonces, gracias a mi trabajo, descubrí lo mucho que me gusta el surf. Y gracias al surf, descubrí que la fotografía era otro de mis pasatiempos preferidos. Viajar por toda la Isla se había convertido en una necesidad, al principio demasiado liberador y mis padres se habían resignado, me dejaron tomar mis propias decisiones. Aunque aquello no eliminaba el hecho de que se sintieran decepcionados.

Sabia que el comentario de Anthony no estaba lleno de malas intenciones, o al menos que no lo decía con el fin de poner a los demás sobre mi... como ocurría con la gran mayoría de la gente, pero admitía que aquellas palabras tenían la capacidad de remover algo molesto en mi pecho, algo que no había resuelto. Aún me pongo a la defensiva, lo admito, pero para cuando salí de la escuela y tomé la decisión de posponer mis estudios, más de una persona me acuso de no estar haciendo lo correcto. Así que, acostumbrado a escuchar señalamientos todo el tiempo como una manera de hacer que me sintiera inferior, desarrolle la capacidad de ignorar a toda persona que se entrometía en esa parte de mi vida... aunque no me salía todo el tiempo.

Bajé el capó, cerrando aquella parte frontal con delicadeza, para luego asegurarme de que estuviera bien ajustado. Mantuve el silencio y luego de unos segundos, sonreí con burla hacia Tony, viendo aquella arruga en su frente como evidencia de su frustración. Hasta aquel momento, sabia que estaba analizando si había metido la pata o no.

—Mejor dame las gracias por que te salve el culo... como siempre. —señalé. —Por poco le jodes el motor al carro. De milagro le siguió funcionando a Lourdes esta semana. —

—Bueno, ya... me tarde un poquito en traértelo, no pasó nada. — intentó restarle importancia, cuando los nervios le hicieron soltar unas risas tontas provocadas por el alivio.

—Lo que tienes que hacer es dejar de reírte, llevarlo aquí al lado, cabrón, y decirle a Miguel que yo te hice el cambio del aceite y te revisé el motor para que te ponga el sello de seguimiento. —

—¿A mi o al carro? —

—A los dos. Por que a ti te acabo de destapar el culo también. Venias estreñido por todo el camino desde tu casa. —

Negué entre carcajadas, limpiando mis dedos con el primer paño disponible que encontré, arrojando de vez, todas las mochilas y herramientas hasta el final del garaje.

ENAMORADO DE ELIANA © - ACTUALIZANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora