- Eric -
Encendí la cámara, acomodando la gruesa correa alrededor de mi cuello desnudo, cuando ligeros pero firmes murmullos lograron que me detuviera con curiosidad, frunciendo el ceño a un lado de la puerta entre abierta del despacho, preste atención.
—Dime la verdad. ¿Qué pretendes con todo esto, Niki? ¿Enfermarte? ¿Caer en un hospital por un desgaste físico? —la voz de Ezequiel Sandoval se escuchaba molesta, tajante o en gran parte, decepcionada.
—Ezequiel, por favor. No empecemos a discutir por lo mismo otra vez... sabes que no puedo dejar las cosas inconclusas. ¡Vender el Banco esta fuera de discusión! Me rehuso a dejar de trabajar.—
—¡¡Pues escoge a alguien que sea apto para sustituirte!! Comienza de una vez a entrenar a una persona capaz y quita de tus hombros al menos la mitad de todo el trabajo que tienes.—alzó la voz, haciendo notar la frustración contenida en cada palabra. —Ya casi no duermes, pocas veces tienes apetito, estas mas delgada, te ves agotada y juro que intento ayudarte... pero tu también tienes que poner de tu parte, deja de querer complacer y ayudar a todo el mundo. —
—No puedo simplemente quitarme... —murmuró en un suspiro, guardando silencio por al menos medio minuto. —Tengo muchos planes con el papá de Anthony para abrir otro negocio en el área sur, mi agenda esta llena de reuniones con relación al Banco y de verdad no encuentro a nadie a quien brindarle mi completa confianza. ¿Sabes lo difícil que es conseguir a una persona honrada en estos días? No quiero poner nuestras finanzas en manos de alguien que nos pueda perjudicar. —
—Siendo completamente honesto, a mi me preocupa más el hecho de que tenga que hospitalizarte por exceso de trabajo. —
—Tienes que confiar en mi. —
—¡Siempre lo hago! ¿Cuando he desconfiado yo de ti? Dime. En todos estos años que llevamos juntos, mencioname al menos una vez donde no haya creído en tus palabras. —la retó. —El verdadero inconveniente es que quiero cuidar de ti y tu no me dejas hacerlo. —
—De acuerdo, prometo... que si las cosas comienzan a salirse de control... te lo diré. Buscaré tu ayuda como siempre lo hago. —
—¿Comenzaras a buscar un suplente? —
—Buscaré a alguien... —aceptó a regañadientes. —Pero no prometo encontrarlo. —
—Con eso me basta... al menos por ahora. —
Bajé la mirada, pensativo, y acercando mis nudillos a tocar la madera de la puerta para anunciar mi llegada, escuché cómo guardaban silencio prácticamente al instante. Hice mi entrada, sonriendo hacia ellos con naturalidad, cuando vi como mi madre se ponía de pie, abandonando su asiento detrás del elegante escritorio.
—¿Interrumpo algo importante? —añado, notando como mi padre mantenía su rostro serio y como Monica sonreía con gran amor, ignorándolo por completo.
—¡No! En realidad estábamos a punto de salir, tengo una reunion en un par de horas. —comentó, acomodando un grueso mechón de cabello detrás de su oreja, logrando que mis cejas se elevaran.
—Pensé que querrían estar con todos nosotros en la piscina.—
—Solo serán unas horas, cariño. ¡Estaremos aquí durante la tarde! Además, prometo que llegaremos a tiempo para la cena.—asintió, sosteniendo su celular con firmeza para entonces caminar hacia mi dirección. —Cuida de Gustavo y haz que todos se sientan como en casa. —me recordó, dando un beso sobre mi mejilla. —¿Si? —
Ezequiel Sandoval llevaba el pelo castaño, igual de corto que el mío, mientras que varias canas decoraban los temporales de su cabeza dándole un aspecto mucho más serio. Sobre su tabique nasal reposaban unos elegantes espejuelos, de patillas transparentes y el solo lente en la parte frontal. Esa mañana había escogido llevar una camisa blanca, de mangas largas con los gemelos abotonados, y una corbata azul oscuro. Me miró, subiendo las cejas con muy poca paciencia, y fue entonces cuando termine de confirmar que las cosas estaban tensas entre ellos esta mañana. Muy pocas veces tenias la oportunidad de verlo molesto, no era el tipo de persona seria y en definitiva no perdía su tiempo en peleas que consideraba innecesarias, aunque su aspecto dijera lo contrario.
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ENAMORADO DE ELIANA © - ACTUALIZANDO
RomanceLista para celebrar sus veintitrés años, Eliana Corbin descubrió dos cosas que la iban a ayudar a no perder la cabeza. La primera, el amor no era más que sacrificios y malos ratos, todo el tiempo. Según experiencias ajenas, estar enamorada era inten...