- Eliana -
Observando mi rostro en el pequeño espejo del auto, miré con atención el delicado maquillaje que cubría mis ojos, aquel verde olivo que los hacía lucir mucho más felinos de lo que alguna vez me lo imaginé y que por motivos ajenos a mi control me hacían lucir diferente.
Con mi dedo medio, terminé de colocar la cremosa pintura sobre mis labios, admirando de alguna loca manera el movimiento más atrevido que había hecho en mi vida. Llevaba brillo por mis hombros, sobre mis párpados, en la curva de mi cuello mientras algunos collares caían a su alrededor hasta hacerlo lucir mucho más elegante. ¿Y mi cabello? Una fina masa castaña que caía en cascada hasta rozar el inicio de mi espalda baja.
—¿Segura que quieres hacer esto? Deberías pensar mejor las cosas... —murmuró Vicky, logrando que la observara con cansancio por algunos instantes. Desde que abandonamos la tienda no había dejado de insistir en lo extraño que lucía todo, lo precipitada que era mi decisión de asistir a la fiesta o del mal presentimiento que llevaba en su pecho. Había logrado estresarme.
—Estoy segura, no pienso darle la satisfacción de pensar que estoy en mi casa bebiéndome las lagrimas por su culpa. Él anda de fiestas, ¿soy la única que debe de guardar luto? Se puede ir al coño. —zanjé, limpiando mis dedos con una toallita húmeda, tomando mi pequeño bolso para entonces bajar del viejo Toyota Corolla.
—No es que guardes luto... Eliana, espera, mierda. —la escuché quejarse, al bajar, rodeando el vehículo hasta sostenerme con fuerza de la muñeca evitando de esa manera que continuara con mi caminar tan decidido.
—¡No va a pasar nada malo! ¡A qué le tienes miedo! —mi voz se escuchaba un tanto desesperada, y cuando noté la indecisión de mi mejor amiga, subí las cejas al exigir una respuesta en silencio.
—Solo mira. —señaló, logrando que mis ojos buscaran la lujosa casa de Playa frente a nosotras. —No eres de andar en este tipo de fiesta y tienes un aura demasiado atrevida. ¡No es buena idea! —analizó, negando al tiempo en el que varias personas caminaban junto a nosotras con sus trajes de baño cubiertos por alguna ropa holgada muy de moda, demasiado concentrados en lo que hablaban como para prestarnos atención.
—¿Atrevida? —resoplé divertida.
—Si, como si fueras capaz de lanzarte al cuello de Jonathan y morderle la yugular. Así de atrevida.—explicó.
Desde mi posición, se podía observar la gran cantidad de personas que para esta hora estaban en el interior de aquellas inmensas paredes elegantes. Luces de múltiples colores que chocaban contra las ventanas de cristal y la música que se escuchaba con claridad, dando un pequeño indicio de lo ensordecedor que seria caminar entre aquellos cuerpos tan extasiados para bailar o simplemente para conseguir algo de tomar. Seguramente el alcohol no faltaba puesto que más de una persona sostenía con fuerza un vaso plástico color rojo en el aire mientras movían las caderas haciendo que el ánimo de fiesta fuera muy palpable en el ambiente.
Giré el cuerpo hacia María Victoria, y evaluando lo razonable que se escuchaba el volver a encerrarme en su viejo Toyota, no pude evitar fruncir el ceño por el chillido de un auto Ford Mustang que frenaba con fuerza en la entrada de la gigantesca residencia a varios metros de distancia.
—Tú eres guasa, guasa guasa, guasa... —el canto desafinado de una voz poco reconocida y engreída me hizo prestar más atención de la necesaria cuando la puerta del conductor fue abierta y la escandalosa música retumbaba en el vidrio de los vehículos. Christian Mendoza bajaba con su casual y excelente buen humor, saludando con un choque de manos a un chico que se acercaba hasta el deportivo sonriendo de la misma manera pendeja que el aludido. — ¡¡Dónde están las mujeres!! —gritó, cegado por la vibra de ser el centro de atención.
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ENAMORADO DE ELIANA © - ACTUALIZANDO
RomantizmLista para celebrar sus veintitrés años, Eliana Corbin descubrió dos cosas que la iban a ayudar a no perder la cabeza. La primera, el amor no era más que sacrificios y malos ratos, todo el tiempo. Según experiencias ajenas, estar enamorada era inten...